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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

Momentos Creativos
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octubre 10, 2013

Dejavú por miradas.

La mañana estaba despejada, pero el sol no era brillante. El viento frío golpeaba mis mejillas mientras yo caminaba con pasos cortos, con la boca cerrada para sentir algo de calor. 

Llevaba el pelo húmedo, recogido por una cola negra, para no mojar la chaqueta con las puntas que gotean cuando uno se lava el cabello. Camino un poco encorvada con las manos juntas sobre el vaso de té, sintiendo el contraste entre el cartón hirviendo y la pared invisible de viento.  Me gusta el aroma y la fresca de plástico en la que pongo el té. 

Me siento un momento, en una mesa plana. No tengo razón para hacerlo y aplasto mi cara de sueño y mi espalda perezosa en la madera resinada. Una vez más me encuentro con los ojos azules y grandes que se abren como para engullirme, brillantes. Primero lo vi en la fila y ahora luce menos sorprendido. El joven es alto, lleva chaqueta de cuero y tiene un cuello largo. 

Quito la mirada y giro la cabeza. No quiero divagar en por qué alguien me mira o no. Los ojos se mueven como mariposas y se posas donde se le de la gana, porque sí.  Vuelvo a mi té. 

En un momento, siento un cosquilleo escurridizo e intermitente, unos ojos en mi nuca. Giré sin pensarlo, arrepintiéndome sin razón cuando lo vi caminando, sin saber cuándo se levantó y a dónde había ido. No me sostuvo la mirada, triunfalmente la difuminó hacia el horizonte, sonriendo. 

Me desorienté. Una oleada de nervios me llevaron a tomar mi maleta e irme con té en mano. No sé porqué me marché tan sigilosa. Y mientras me iba, nuevamente, sentí ese cosquilleo escurridizo e intermitente.

septiembre 09, 2013

0 Para los caminos fundidos

Todas la personas que tocan una vida llegan a aportar positiva o negativamente a un cambio. Unos se quedan y otros se van, para empañar los vidrios, con sudor o con lluvia ausente. Lo que nos mantiene lejos o cerca unos de otros, quienes no compartimos cuna o sangre, es el camino, cuán unidos pueden ser, aunque diferentes, los pasos que damos y la dirección que elegimos.

Quien pide orientación sólo se arriesga a empezar a caminar, aún sin conocer el rumbo. Quien se esfuerza por alumbrar el camino con la inteligencia y el espíritu va dominando el destino. Si se camina solo se logra mayor distancia, mientras que si se camina en conjunto, más lejos se llegará y más grande será el camino. 

La confianza no se gana con una cena bonita, así un camino iluminado con luz artificial sólo crea sombras en las rocas, incrementa los obstáculos y cansa la vista. Las manos que alumbran con amor construyen lo que se necesita con exactitud y retiran las piedras sin dificultad.

Nadie merece entregarse en trozos o recibir mendrugos de amor para perseguir un camino ajeno y no perderse entre la duda. Si sólo entregamos un dibujo de exigencias ajenas y no lo que realmente, siendo únicos podemos dar, animalizamos el acto de correr juntos.   

La dicha de unirse en un camino que fusiona los sueños y las vidas más allá de lo que las dimensiones permiten ingresar en el otro es una consecuencia de comenzar a conocer cómo el amor verdadero, el que llevamos todos por dentro, nos habla, toca y trasforma. Porque despertar puede ser un proceso independiente, pero caminar es el dulce descubrimiento de vivir amando el presente, evocando la sabiduría del pasado y construyendo el bienestar del futuro. 


agosto 03, 2013

0 A la joven antojada de amor.

-Estas estúpidas y sensuales ganas de verle.- Piensa ella, con la impotencia de no saberse dueña entera del curso que toman las cosas entre los dos. Con las ganas de llamar, de reaccionar ante cualquier estímulo, de hacer que él se esfuerce por llegar. De privarle el beso que ella sí quiere sólo para tener el gusto de que él lo arrebate.

Lleva un silencioso deseo por morderle los labios, para que de ellos brote néctar; de aferrarse a un abrazo envolvente, de aquellos que dejan el frío de las noches en un plano desenfocado. Tiene ganas de darse la oportunidad de mirarlo con picardía, pero teme aburrirse y entrar en la etapa de excluirlo de sus reflexiones y por último de distanciarlo, como otros que se enredaron en su control y le hicieron saberse dueña de la dirección. La reta verse arrastrada por otras tendencias y se alivia de no llevar el control. 

Por un momento se decide en llamarlo, pero se arrepiente y decide escribir un saludo que no comprometa sus deseos. Nada más obvio que la ansiedad aguda de sentir la caricia no expresa en las manos frías. 

Se sienta en la sala de su casa a leer algo que la distraiga. Ignora los ruidos infantiles de sus hermanos y se deja llevar por la tinta. Pero quiere caminar por los senderos de la ciudad y tal vez encontrarlo en una esquina, reconocer su figura y alegrarse. Aprovechar para lucir una sonrisa, ser melosa por un rato, irónica como siempre y tierna sin quererlo, con su cabeza revuelta, sus altas defensas y su imaginación distraída. Aprovechar para dejarse invadir de lo desconocido y abandonar la lucha por el mando.  Tiene unas estúpidas y caprichosas ganas de verle. 


julio 24, 2013

0Al canal del diálogo.

Un pedazo de mí cojeaba. Con un cúmulo de desequilibrios encima y cargas ajenas, sostenía el carruaje con la mitad de la fuerza de la que esperaba en un comienzo. Una coyuntura descuadrada presionaba mi pierna izquierda causándome una silenciosa molesta. 

No tengo un discurso enredado, de esos que relees tre veces y te resignas, de esos que te hacen callar por tímida prudencia y a veces por distracción. Simplemente llegó a mí el sentido de que el contrario del amor, no es el odio, sino el miedo. Para eso son los muros, para eso las máscaras, para rodear el miedo, ocultarlo y continuar silenciándolo sin éxito. Pero el amor existe aún con el miedo y busca desenredarlo, destituirlo y romper con las fortalezas ridículas como si fueran construcciones de papel.

No quiero muros, quiero colores. Quiero rojos de alegría, de pena, de ternura y de fatiga. Quiero naranjas de dichas, amarillos de alegrías y verdes de compañía. Quiero rosas de abrazos y de aromas. Quiero tus besos y tus sueños para hilar las nubes contigo y hacer los días más bellos. Sé que vale la pena. No puedo negarte que el miedo es cera en mi piel y es doloroso despegarla, pero vale la pena sentir tus besos con ternura en vez de capaz empolvadas.  

No me califiques por tu pasado ni por el mío. Somos procesos que fluimos mezclados, dame tu frescura, yo te daré ritmo. No dejes que el silencio llene lo que aunque no sea tu fuerte puedes decir de otras maneras. No supongas ni suprimas, tengo mucho espacio en mi corazón para llenar con alegría, la misma que me provocas cuando reímos en medio de la seriedad de una discusión. 

Valoro los latidos de tu corazón, el sonido sin articular que me dice lo que sientes y las manos con las que construyes esta alegría. Valoro tus colores, tus animaciones y la diversión que me pones en todos los rincones. 

julio 22, 2013

Al concierto dedicado

Era una tarde clara, todavía, donde los contrastes eran tan intensos, que las cejas parecían tizones húmedos. Un poco de sudor, mezclado con perfumes de distinta procedencia, se mezclaban  justo a la altura del pecho de mi hermana. Ella, mi hermana, vestida también para la ocasión, estaba esperanzada en salir a beber unas cervezas con el baterista extravagante de Anonimato. 

Tomé mi cámara y paseé por los alrededores y a pesar de la monotonía del negro, pude imaginarme escenas diferentes en cada sitio, que parecían notas, armando una armonía cinematográfica disfrutada sólo por mi cabeza. Dejé espacio en la memoria, por lo menos 100 fotos disponibles sólo para captarla. Pero aún no salían, la prueba de sonido se alargaba y el calor me amenazaba con que si llegaba a correr o moverme mucho, mis axilas serían mapas de descubrimiento de tierras insólitas repletas de vegetación rizada. No. No iba a dejar que la mujer de tacones, jean ajustado, cinturón de taches y ojos de pantera me viera desarreglado. Esas confianzas se dan cuando uno ya ha conocido el cuerpo del otro, tanto, que su sudor parece humectar la piel propia. 

Tampoco es que pensara en tomar su cintura de inmediato y llevarla cualquier esquina protegida por la sombra para que en el afán de no ser descubiertos pudiéramos gritar con placer en silencio. Ella, a pesar de su silueta ondeante, tan exquisita como un oasis en el desierto, me hacía desear no un encuentro apretado lleno de ropas y besos corridos sin sabor. Era imposible imaginarla así. Y cuando la imaginaba, solo su imagen estática en una sonrisa, me dilataba las pupilas y aflojaba mis labios. En algún momento, y lo esperaba con ansias tímidas y pueriles, habría de ceñirla con mis brazos y empujarla con mi peso en la comodidad de una cama fresca donde al ritmo de las respiraciones, exhalaríamos el aroma del fuego tibio de dos cuerpos en un mismo baile. 

Entré a la parte trasera del espectáculo, todos reían por alguna broma suelta, mientras que el guitarrista recogía sus labios con desagrado por verme. A mí no me importaba disimular mis intensiones ni a él las suyas. Yo no guardaba rencor, aunque si él hubiese estado ganando, a lo mejor habría sido yo quien hubiera dejado de reír. Pero yo no lo veía como delantera, no era una competencia, era un desatino que yo quisiera revelar mi verdad mientras aquél ignorante de medio pelo trataba de seducirla con noticas.   

Mi hermana me llamó desde la barda para demostrarle al guardia que conocía a alguien que podía dar fe de que ella era parte de los amigos cercanos a la banda. Saludé al hombre ancho con la mano y el siguió cruzado de brazos, con el gesto de superioridad agresiva mientras se corría para dejar pasar a mi hermana. Me fijé en sus ojos miel, la mirada expectante que tenía cuando niña, aparecía ante mí con tintes sexuales que me revelaban que probablemente ella sabía más que yo sobre estas cosas de ser con otro. Quité la mirada algo molesto y la abracé por los hombros en un intento inconsciente por sentirme aún su protector. Ella vio a Ricardo calentando los dedos con sus baquetas y me dejó con el brazo abierto para salir corriendo a saludarlo con coquetería. 

Me hubiera quedado observando la escena un poco más sino hubiera sonado el pito agudo de la guitarra de Esteban recién encendida. La tomó con habilidad y comenzó a probar una secuencia rítmica bastante simple. Le subió tanto al parlante que estuve a punto de pedirle que le bajara, pero la sangre se me agolpó en la frente cuando vi con alegría y temor que ella salía del camerino con los ojos enmarcados por un azul oscuro y unas cejas perfectas.  

Creo que no pude decirle nada interesante, como siempre, saludé y el que se llevó toda la atención fue Esteban que le estaba mostrando una nueva melodía. 

El sonido ya estaba listo y los asistentes sudorosos. Unos impulsos vicerales me hicieron avanzar hacia ella, con la esperanza de que un beso fugitivo le anunciara lo suficiente sobre mí y me asegurara lo suficiente sobre ella para declararme a besos después. Pero, no es muy fácil diferenciar el limite entre miedo y felicidad, quizá sean similares, tanto que prefieren el silencio para debatir y mientras tanto, yo, testigo de mi insuficiencia  perdí mi oportunidad de decirle de alguna forma todo el sentimiento que me poseía y me mantenía en pie antes de que iniciara el concierto. 

Tuve tiempo apenas suficiente para correr a salir, empujar al guardia amenazante, disculparme, tropezar con un vendedor, llegar, ubicarme en el palco y obturar la cámara para la primera canción. El cielo se estaba oscureciendo, pero las luces de la tarima me ayudaban.

Mis ojos fueron alegres, ella movía su pelo mientras el aire se volvía arte en su garganta. Mi lente de cerraba y se abría como la boca de pez, con una expresión de asombro, burbujeando fantasía. 

Mi hermana llegó con el cabello despeinado y gritando por el celular. Procuré ignorar cualquier sospecha. Me irritó pensar en que Ricardo y ella se hubieran perdido en la sombra un rato. 

Esteban habló por el micrófono y vi, por la expresión de sorpresa de ella, que era algo espontáneo que ella no esperaba. El le pidió a Ricardo y Daniel, el bajista, que lo acompañaran en su canción. Eso sí era ensayado. Me llené de coraje con ese par de traidores, sobre todo con el idiota que minutos antes había estado saboreando la piel de mi hermana. 

La guitarra hablaba en melodía y él en prosa, el público parecía disfrutar de la escena de novela juvenil y yo pasaba saliva espesa para contener mi grito de orgullo herido. Es ridículo. Ni ella me había dicho nada ni yo había sido capaz de robarle las palabras de dulzura hacia mí. Mi corazón empujaba el pecho con ganas de derribar el muro de timidez y prudencia que había hecho que él se adelantara. 

Me sostuve con fuerza en la baranda cuando vi su sonrisa. Ella atendía admirada al público,que con ganas de ver la ficción ridícula hecha realidad, gritaba insistente. El ánimo de arrastrarme por el piso era tan insistente como el redoblante en ritmo creciente a la espera de la respuesta a la pregunta que debí haber hecho yo y no aquél cretino.  

Tuve ganas de dejar a mi hermana atrás, de romperle su celular, por el que con tanta dicha describía las habilidades del baterista estúpido que presionaba a que ella dijera que sí. La tomé con fuerza por el brazo y me abrí paso por entre la gente, esperando, ganando tiempo para que, de espaldas, ella me hiciera girar al decir "lo siento, amo a otra persona, no puedo ser tu novia". Incluso, contemplé la posibilidad de que dijera un "lo pensaré" para que después me sedujera con un "quería oírte primero, porque es a ti a quien quiero".

Más cobarde fui cuando sonó el coro de una multitud agradecida con el circo que disfrutaba. Mi hermana se me soltó, no oí lo que dijo. Mi frente hervía y las mejillas me temblaban. Me alejé rápido, tratando de no pensar en si fue un  movimiento de cabeza, un "sí" o un beso.    

No sé cómo llegué hasta mi casa. Le escribí cartas que forraron mi piso con papel. cartas de llanto, de frustración de ira, de odio, de amor desesperado, de súplica, de aceptación, de amistad esperanzada, de espera.  No pude entregarle ninguna, ni siquiera pude escribirle cómo me sentía y pedirle que nos viéramos por un correo, cuando ella me escribió pidiéndome la fotos. Me quedé con su frase amarga "Lástima que te fuiste tan rápido, me quedé sin una foto con Esteban, igual gracias por todo".

julio 17, 2013

Al hombre con el 6

Ya va de corrido el mismo tiempo que iba durar ausente, cuando las margaritas y los eucaliptos aun sin flor parecían emitir aromas audibles en los atardeceres. Y ahora hasta las fotos sorprender por soportar intactas el paso de los cambios.

El tiempo y el silencio intermitente le dan a su recuerdo un aspecto lozano que a veces llega hasta a convencerme a mí, que he visto lo degradada que está su personalidad.
Con sinceridad, él se adhirió a la mentira perfecta y es difícil evitar comparar las realidades con eso. Logró adaptarse lo mejor que pudo a lo que yo quería ver. Un Te Quiero, ajeno, por su parte y por la mía, fueron suficientes para dar por terminada la relación parasitaria y cortarle el ombligo a la farsa.  

Yo no me arrepiento. Un adiós que libere, aunque cumpla casi ya seis meses, me deja la cosecha de algunas libertades más sinceras y menos pasajeras. Pero, sí, el tiempo y el silencio intermitente sugieren primas diversos y resulta odioso caer en ellos, pero parece que es inevitable. En las relaciones humanas siempre habrán más de 3 puntos de vista. El real, el ideal, el posible y los demás engendros que nos hacen perder el tiempo viajando de pasado a futuro sin beber el presente.

Hay momentos donde su veneno se hace rosa y me endulza. Hasta parece que le extraño. De nuevo se hace bilis cuando veo que por cara tiene un trapo usado y absorbe con hipocresía lo que algún día de su tiempo junto a mí salió escupido de su boca. Y así de fácil cae de la imagen nostálgica a la patética.

Por eso, procuro recordarme, y no es difícil, que no se puede vivir lo mismo dos veces y que es mejor construir realidades a depender de mentiras como esa falsa relación perfecta producida por los hilos del anhelo de una parte y de la manipulación de la otra. También me repito que hay instantes lúcidos en los que los otros son fuentes de cambios y cerrarme a conocer solo es tratar de detener la brisa con un soplo.


junio 14, 2013

Al miércoles de paranoia.


"Es un día crucial. Nunca un miércoles me pareció tan transversal para mi vida, aún cuando hay muchas posibilidades de que sólo haya imaginado alucinaciones insensatas, llenas de un drama exagerado.

Siete días, desde el miércoles pasado, en el que ella fue hospitalizada una vez más por un intento de suicidio y su madre me llamó con la voz tan desarticulada que hasta quien estaba a mi lado cuando contesté la llamada se alarmó, vengo con un negro en mi pecho que se hunde y me enmudece.

Seven days, dice la canción, to the wolves... ¿cuáles lobos, los de la muerte? Es más, ¿por qué lobos?
Ella es un lobo feroz cuando ve amenazas. En ocasiones, se distanciaba de su humanidad y revestía el instinto agresivo y sobreprotector para conmigo, su... su alguien. Ni siquiera sé qué vengo siendo yo para ella en un plano de misticismo donde la fantasía y las energías nos llevan a plantear convivencias de vidas pasadas.
¿where will we be when they come? Dónde estaremos cuando vengan... ¿hoy? Ella, allá, en el "hueco" como lo designa. En el hoyo de sanatorio mental, donde comparte cuarto con cinco esquizofrénicas. Ese lugar donde le dijeron que era un caso agudo y la mantienen a distancia por miedo a que se ponga en peligro. Y yo... tomando decisiones.
No estoy de acuerdo con que la dejen en medio de aquellas peras revueltas. Es una manzana roja con las semillas llenas de curiosidad e instinto. No es loca de loquero, sino de osada. Ella trasgrede los límites entre la realidad y la fantasía.
Yo, de nuevo, escribiendo sobre esto. Y también, de nuevo, al rededor de la misma motivación: ella. En la oportunidad de Cosplay en el SOFA 2012 y ahora en el infortunio de tener que verla del otro lado, en un lugar similar al que ella conoció en sus prácticas de psicología.

Seven days to the poison and a place in heaven... ¿Por qué lobos canto esto? Veneno... lugar en el cielo... ¿Qué se supone que significa? Malditas medicinas. Son ellas las que la deprimen y no logran curar su espíritu reventado. Malditos psiquiatras que experimentan con sus químicos en el cuerpo de mi niña sin saber con certeza contra qué suponen que combaten.

La están envenenando. Dos veces al día y en las noche que no duerme. Unas dosis para desplomar vacas.

Siete días, hoy, veneno y drogas. Ellos, más bien, parecen ser los lobos que vienen a despedazarle las neuronas consientes que ya está más borrachas por ese detestable caldo de sustancias.

Entonces, el cretino que la observa, se burla irónicamente del estado de mi pequeña. Discute para doblegarla y para domar una lobita fiera que se defiende con su tradicional dialéctica. Y él ¿cómo responde?
Le aumenta la dosis, la lleva a la sensación donde nada le hace dar ni tristeza, ni alegría.  Mi moradita, embarrada por la confusión. Tanto tiempo sin ser en plenitud.

Siete días, hoy, para que ése imbécil le incremente el veneno y le un lugar en el cielo, ¿qué cielo? ¿Puede ser aquél que ella describe como justo cuando nosotros, los del otro lado, bebemos o comemos en un fin de semana y ella, allá, simplemente, duerme?
Pero, dormir hasta cuándo. ¿Podría ese veneno prolongarle el sueño a mi niña hasta hacerla cercana a la muerte?

Los lobos vendrán, taking us home, where dust once was a men ¿Nos llevaran al hogar donde alguna vez polvo fue hombre? ¡NO! ¡Al éter, no! No a aquel lugar donde pierde conciencia sobre sí y se siente libre de su peso, en el cielo.

¿Is there life before a dead? Que si hay vida antes de la muerte me dice la canción que palpita internamente en mis dolores no dolorosos. Acaso, ¿se lo pregunta ella, me lo pregunta a mí? Acaso, las risas, comidas, juegos, conversaciones y lágrimas que compartimos ¿no son la vida que construimos juntas, o con esa pegunta se refiere al pasado previo a otras muertes?

Es un miércoles odioso, acelerado y poco luminoso. Llevo en mi mente la incertidumbre, la confianza en que sólo esto es paranoia y la esperanza de volver a reposar en el lomo de mi feroz amiga".
Ya no miércoles, ya no riesgo, ya no miedo. Sólo oigo el silencio nostálgico de su ausencia y el rebote de mis pensamientos tratando de recrear con imaginaciones disgregadas un espacio compartido.

mayo 22, 2013

Reflexión sobre las raíces y el amor.

Humanamente, nos relacionamos esperando encontrar un espejo de nosotros mismos y descubrir detalles que a primera vista parecen ocultos por los ángulos subjetivos. Pero nos relacionamos más con la multiplicidad del amor, con las posibilidades de millones de semillas con diferentes aguas, soles y aires. Nos encontramos en un jardín caótico, desigual, erosionado, donde cada uno escarba con sus fuerza lo mejor que puede para lograr tener firmeza en la tierra que nos soporta.  

Podemos girar, como girasoles, con la noción del sol, para ver otros amarillos y otros verdes. Pero no podemos pretender reemplazar las raíces del otro. ¿Qué son los recuerdos sino raíces que nos dan continuidad en el mundo de las ideas?

He visto que los adioses que liberan son como verdades reveladoras. Aclaran un fragmento de conexiones que se creían perdidas, pero que sólo tenían tierra encima. No se vale cerrar los ojos. Estar solo no es lo mismo que vivir en soledad. 

De vez en cuando, es bueno contar un cuento. Asomarse a las ideas de un desconocido y charlar sin saber a dónde van esas palabras y con qué paradigmas se encuentran. Puedo ver que lo que más duele después las despedidas son las conexiones que renacen a la luz de lo increíble. Entonces, los recuerdos comunes que se incrustan en las canciones que crean solas una nueva lista de reproducción, aparecen como bastiones de un pueblo fantasma. Una canción puede decir con la melodía lo que se pensó y mostrar cuán descontextualizado se vuelve en un presente donde cada quien está en otro lugar.

Pero las raíces no son anulables. Aún silenciadas transforman el tallo, direccionan las hojas. Por eso recuerdo mucho de muchas flores. Aún cuando hayan dejado fragancias desagradables con toques de contradicciones y farsas me acostumbré que los hechos silencian charlas seductoras para reemplazarlas con bases poéticas. La poesía de la mirada, del beso, del suspiro mudo, cargado de significado. 

Muchas veces, lo que pinta una lengua, el tiempo lo destiñe. A pesar de que el orgullo insinúe retorcer un tallo, parece inútil dejar de florecer por ocuparse de otros verdes. El orgullo en este momento me parece tan ridículo como la mentira, la tranquilidad de aterrizar en lo real se siente al adormilarse en el aroma de aquellos cuya ética es como un roble. El amor no sólo es fugaz, arrebatado y feroz, es paciente, comprensible, fuerte, flexible y acogedor. Se respira, no se escupe.

abril 29, 2013

0Al sueño que no recuerdo.

En este momento, cuando hablo de sueños, no hablo de aquellas proyecciones futuras que bosquejamos, redibujamos, soplamos y contagiamos a diario con las personas que nos rodean íntimamente. Tampoco hablo de la esperanza viva que nos mantiene con la fe en un mañana. No hablo de la sensación pesada que susurra en nuestros párpados cuando necesitamos confiarnos en la cama y el tiempo para regresar después. Hablo, pues, de los visitantes prófugos y espontáneos que nos bombardean con imágenes, recuerdos, percepciones y alucinaciones, mientras dormimos. 

Estos sueños, veloces, atrevidos, imprudentes y sin bordes, nos comunican algo sobre el cómo nos sentimos.  Algunos se guían bajo Freud, otros bajo el rumor electrónico de alguien que considera tiene la interpretación adivina correcta. Alguien me dijo que recordar el sueño anunciaba que no se había descansado, como si le pudieran quitar a uno lo dormido.

Hablo de sueños porque he visto árboles de serpientes enredándose en el cielo, cruzando un puente tétrico y divertido por el que corren niños. He visto muñecas que abrazan y estrangulan, comidas que no acaban y bailes detenidos. He visto colmillos de perros caer sin sangre mientras escapo de un edificio saltando de balcón en balcón. 

Estos sueños hablan de los tabúes. De los miedos, de la verdad escondida, de la violencia, del sexo, de la dicha, de la mentira, de lo prohibido, de lo negado, de lo lejano, de lo estrambótico y lo creado. Mezclan la probabilidad con la ficción y reproducen una función única y psicodélica. 

Me gustan los sueños. No tienen límites de tiempo, menos de espacio. Se detienen en insignificancias, traen rostros ajenos y nos hacen encarnar el terreno imaginado con todos los sentidos. Me intriga la luz que juega y cambia la fotografía visual de cada episodio. Son libres, descarados, inoportunos, benditos y envolventes. Son el momento para sufrir con la carne lo que dicta la mente. Son creadores y asesinos de mundos. Son retomas de los días y finales de situaciones poco amenas. Se escapan, se olvidan, se mezclan, se extinguen. 

Me gusta que no se recuerdan exactos,  pero se alojan en los recuerdos para condicionar el día a día. Me gusta que son explícitos, pero abstractos. Me gusta el sentido que tienen, ninguno. 



marzo 23, 2013

A la luna de la mudanza.

Estoy podando los árboles del bosque en el que duermo. Descuelgo imágenes y percibo recuerdos. Suena el plástico de bolsas, unas de basura, y otras de archivo, pero los papeles no suenan, sólo cuando los arrugo.
La música aparece tenue, no me detengo en ninguna canción en particular y pasan de corrido mientras el polvo se despercude y me da alergia.

Estoy organizando las prioridades, entonces el escritorio aparece lleno de maleza. Miro las tarjetas de presentación con cierto fastidio. Despido sin destino a las criaturas de felpa y los dibujos de carteles viejos. Los barro como periódico carente de interés mientras dejan en el suelo trozos coloridos de alguna fiesta de antaño.

Me quedo sin ganas de sentir mi lengua. Ni para comer ni para hablar. Y cuando salgo a la calle... me detengo en intervalos irregulares justo en los momentos en que una lágrima fugitiva hace un botín y salta al vacío por mis mejillas.

No es el día, no es el mundo. No es ignorar un abismo interno, ni tampoco arrastrarse en el barro. No es huir de una mirada con rabia, ni es sentir al otro como un enemigo. No es llorar, no es gritar, no es silenciar. No es trazar una línea y decir punto final. No es dejar atrás y desempolvar las máscaras de la alegría para que los demás no vayan a notar lo nostálgica que se ha vuelto mi mirada.

Me quedo impotente, con mi insulto. Me desgarro la garganta con el grito y combustiono en mis entrañas el veneno que como el de un escorpión sale en defensa de mi territorio.

Me quedo con el ritmo, el primitivo, el depresivo. El que me invade los oídos y con sus ondas apacigua mis quejidos. Me quedo con la espera de un futuro con tu ausencia. Me quedo con lo que construyo sin ayuda. Me quedo con mis libros y con mi pluma. Me quedo con el sueño que me repara cada nota de este canto amargo y desafinado que se ataca por salir una que otra mañana.

Me quedo con la sonrisa irónica y triunfal que anuncia la victoria de la razón. Con esa victoria sangrienta que se ufana de su existencia por haber destrozado las sensaciones y haberlas sometido a la violación y mutación del sentido.

Me quedo con la luna. Que no conversa. Con la nube que no se detiene. Con el paso siguiente. Con el despertar expectante.

Ser condicionado en un espacio, ser esclavo de las circunstancias todo gracias a un hoyo negro que me arrebata las emociones. Un torbellino que ebulle de soberbia y me despoja de toda expresión. Recojo los escombros del cuarto y termino sólo con esta sensación de estar invadido hasta el pecho. 

Me quedo con los segundos que se acumulan ya oliendo a formol y vienen a presionarme. Me quedo sin pensamientos, que si salen se quiebran en el aire, porque ando con la cabeza expuesta.

Es un instante donde en medio del desalojo de mi hogar, floto con nostalgia y desconocimiento. El sentido de todo parece escurrirse y desparramarse entre los dedos. Y siento frío, humedad, más que impotencia y rabia. Frío, estéril, gris y casi profano. Frío que me cubre como una sábana delgada e inútil para ser el consuelo paciente. 

marzo 07, 2013

A mi concluso estado inverosímil

Quise mantenerme en silencio. Quise dejar que la ambigüedad de la distancia humectara su confianza en si mismo. Me esperé un reflejo de orgullo, un ruego lastimero, una amistad fingida y hasta la distancia más conveniente. Pero no esperé, y en estado de shock sigo, que fuera tan cobarde, tan pusilánime y tan deformado en tu moral y tu honor para mantener la farsa de un porte abnegado durante el tiempo que su presencia duró.

Estoy estupefacta. Me siento invadida. Aunque no logró conocerme, escarbó en mis ilusiones para construirse un disfraz, y manoseó mis modelos, mientras no dejaba de buscar la forma de no quedarse solo.

Qué cómico. Una larva arrastrándose de mariposa en mariposa para acapararla en una crisálida y succionarle la existencia. Debo sentir un placer intelectual nunca visto, lo supe, lo adiviné, sin necesidad de pruebas. Lo supe aún a través de las capas de hielo y actué.

Lo que me hace sentir ridícula es haber creído su teatro de dolor. Haberme dejado azotar por briznas congeladas de culpabilidad, creyendo que mis cambios habían derribado sus castillo de lego.

Maldita risa llorosa, confusa e inverosímil que me tiene clavada al piso mirando el derrumbe de lo creí una persona. Percibiendo el plástico quemado de sus miembros. Oliendo las notas de una canción fúnebre y un circo de paseo. Es este sentimiento repulsivo, que me tiene pálida como un ánima.

Me resisto a pensar que me engañó una marioneta endemoniada, me alivio de verme libre de su madeja y me aterro por el filo de sus hilos que trataron de arrancarme la piel de mi ingenuidad.

Su poesía barata salida de la sangre que robaste de mis letras me repugna. Sus palabras llenas de sueños son ceniza amarga amasada en la miseria de no tener carácter y tener que fingir ser alguien en todas partes. Bailo con la luna que se ríe del cementerio de recuerdos. Lloro por el frío de ver el espacio de la confianza vacío y profanado.

No me importa él, ni el quién, ni el por qué. Me duelen las letras que salieron de sus pastosas entrañas y se vuelven hojas desvencijadas. Me duelen las letras resabiadas con saliva ajena. Me duele el maltrato de tinta, la corrupción de su lengua y la ligereza de su entrega.

Le aplaudo. El patético intento de herirme solo terminó de arrastrar sus cenizas hacia lo lejos. Causó el peor repudio y decepción que he poseído. Pasó de ser humano a ni siquiera un cadáver o un monstruo. Es el deshecho de un pasado que gracias a sus idioteces enardece y lleva su aliento tóxico al averno.

Le aplaudo, no confiaba ni creía, tampoco le despreciaba. Ahora es el ejemplo de lo absurdo, inverosímil e irrepetible. Lo que no logra contacto ni siquiera de rechazo. Lo que existe por su inexistencia. Es el Nadie que borré y el Alguien que nunca supo ser.

Se adaptó a mi forma como una masa absorbente que succiona la base para empaparse de su naturaleza y lograr enredarse encima, como una carga multiforme que se mimetiza con las paredes por miedo a que una antorcha la despegue y tenga que salir deforme arrastrándose por entre las piedras. Se adaptó como se adaptará a quienes atrape con su lengua metálica.


Ahora lo miro todo con calma líquida. Si no fuera cierto, habría actuado. Habría gritado, aún en vano, tu eco le habría dado la redención de sus pecados.


Dejó de ser mi compañía para ser mi apéndice. Derretido como cera sobre agua. Completamente distinto, pero haciéndose el similar. No podía saber quién era él sin mí, quién había sido o iba a ser. Su naturaleza trasfigurante adaptable a cualquier agua. No le conocí. Y ahora que con sus actos, me río del prólogo, lloro por tu miseria y me sé satisfecha de acaecer en que no vale la pena.

Lo sabía, pero ver la prueba patente me erizó. Me vi engañada, burlada, acaparada. Lo que yo creí que era la necesidad de que no lo abandonara hizo que él, una vez más como con sus otras compañeras, se despegara de los vestigios de sus recuerdos y las partes que de otras había robado. Se aferrara a mi espalda y hurgara en el baúl de mis recuerdos, escarbó con patetismo y devoró múltiples formas para hacerse el atuendo más agradable a mis ojos. Para hacerse el accesorio perfecto.

El viento, el tiempo y la vida me dieron la razón, para sorprenderme con que la ingenuidad vale la pena, aún cuando hayan gusanos que se cuelen en la red de mariposas. Perdí un libro, la confianza y algunos recuerdos. Gané un mundo nuevo, lleno de la alegría de ser niño y del valor de ser un héroe.

febrero 18, 2013

Al extraño.


En este momento, quedan astillas dolorosas de una mesa de tres patas. Queda un soplo denso de temperatura elevada y un poco de desolación en las miradas ¿y qué si sabes que es a ti a quien hablo? ¿y qué si tu larva contamina el sentido de mis palabras? ¿y qué si disparo balas de tinta en un espacio al que nunca acudes? ¿Y qué si ya la sangre no es suficiente lazo? 

Ahora, nosotros flotamos en las aguas de la incertidumbre, mientras tú, trozo solitario y desorientado, consumido por chinches del afán, avanzas en la corriente de la soberbia directo al filo de tu pasado ridiculizado por ti mismo.  

Con tantas razones que profesas, me extraña que por tu independencia no te hayas aislado lo suficiente como para no estropear lo que te rodea. Es ya tan frío el abismo de desconocimiento que nos separa, que entre más lejos te encuentras, más sano me parece el aire.

Eres el silencio en la distancia, el fastidio en la presencia, lo amargo en las mañanas. Eres el ego que camina y que se enfrasca en cumplir a su manera, lo que en realidad no se le da la gana. Eres el ojo instrumental que persigue las nimiedades, evade las realidades y se burla de las necesidades. Rondas las fronteras entre tu espacio ahumado y nuestra fortaleza. Te fijas en la alacena como si fuese el termoestato de nuestro bienestar, mientras nuestras palabras se vuelven más empinadas, inalcanzables y resbaladizas en los largos trayectos. 

Durante un tiempo te culpé, exigía de ti, lo que ahora veo no sólo no te interesa sino que no puedes dar. Veía desgano en tus promesas, pero en realidad es que te superan las fuerzas. Tu estancamiento se me hizo evidente en el momento en que, aún en contra de mi voluntad consciente, te hice oír reproche de tantos meses silenciosos. Se te cayeron algunas costuras de los labios. Casi sin palabras me expusiste tu debilidad de sentido, tu carencia de esperanza, tu inexistencia como hermano, tu espíritu enfermo y tu fe agotada. Te compadecí, aunque perdiste todo mi respeto. 

Ahora, me detengo. No puedo dirigir un sendero con la pequeña luciérnaga que me has dejado como recuerdo. Suelto el asidero con el que quise volver a subirte en nuestro bote.  No confío en tu natación, pero no puedo poseer tus miembros para hacerte nadar cuando, mientras te veo ahogado, tu sientes los pies firmes en tu oasis ideal. 

febrero 03, 2013

Sobre la culpa femenina y los adioses.

Por qué las relaciones tienen que ser tan complicadas, dicen. Hay un momento, después de la euforia y luego de la costumbre, donde el silencio de una pareja joven hiere el vivir espontáneo del día a día.

Él quería seguir, pero la actitud de ella, distante e indiferente, le hace dudar de que ella quiera hacerlo. Él es mayor por poco tiempo y llevan juntos 3 años. Ahora ella tiene 18, siente, u otras personas le hacen sentir, que no ha vivido lo suficiente. ¿Lo suficiente para qué... o según quién?

Entonces se dieron un tiempo particular. El primer tiempo que veo que acepta llamadas y citas. Pero algo lo ha hecho pensar a él que ella quiere más del mundo, cosas que tal vez él no puede darle.

Después, él quería hablar. Porque ella lo ha hecho muy feliz, o al menos eso cree él, y si lo cree, así ha sido. Quería confrontarla, preguntarle si era el final. Si era así, dejarla ir. Él cree que cuando se ama es mejor dejar a esa persona ser feliz, no ser egoísta. De eso quería hablar, pero no ha podido. Está estancado en sus emociones, ideas, suposiciones y pensamientos. Le cuesta ser él (sin saber exactamente a qué se refiere) y concentrarse en su trabajo. Aunque se esfuerza por disimularlo, lo vi. No pensó poder confesárselo a alguien.

Le respondo que los actos de amor altruista entre más anónimos y desapercibidos pasan al momento en que logran el gozo ajeno son más reales. No siempre es adecuado pedir permiso. Aunque cueste, es mejor analizar los deseos que es otro destila por sus acciones y decidirse por uno mismo. Que en el momento en que ella sea feliz y no sepa que él influyó en ello, él sabrá que fue un éxito y que hizo lo correcto.

Se siente confundido: No quiere aceptar que es miedo a sentirse solo y a romper el ideal que había formado de un amor perfecto. Miedo a cambiar sus ideas sobre una realidad que ya cambió y lo está dejando atrás. En el fondo, guarda la esperanza de que al preguntarle ella le asegure que está equivocado y que aún lo ama. Pero su confusión no es más que unos ojos cerrados con temor, más no incapaces.

El ciego tiene excusa ante el que se cubre los ojos con las manos para evitar ver.

Entonces admite que pregunta porque le cuesta actuar. Se da cuenta de que le digo la verdad, pero su temor lo pone en duda y la acepta como un tal vez. Piensa que el problema es tener mil posibilidades ante todo. No. El problema es temer a las 999 desconocidas restantes, mientras la única oportunidad de creer en algo más que en si mismo se convierte en la tortura de lo que fue, lo vacío que es y lo interminable que se vuelve.

Pero, no se ha dado cuenta de que si la presiona para hablar, ella, como mujer que es, leerá sus deseos lastimeros y les dará el hueso que necesita para roer. 


Sí, mujeres. Abstractas, aún para mí. 

Ella le dirá lo que él quiere oír, mientras le crece un fastidio reproductivo en las entrañas que va a guardar en silencio por cobardía y ´decencia´ femenina. No habrá paz, ni pasado dorado en el camino presente. Comenzará un calvario de silencios, resistencias, dudas y desprecio.


Sí, mujeres, silenciosas. 

Él espera que ella sea sincera, pensando que siempre lo ha sido, y que así, juntos, podrán elegir lo mejor para ambos. Pero ella no piensa en él y no tiene porqué hacerlo, piensa en ella. Más, nadie piensa en él, ni siquiera él mismo. Amar es el momento en que uno piensa en dos; dos piensan en uno; y cada uno, piensa en el uno para el otro. 

Se pregunta si las relaciones tienen que ser tan complicadas.  Sí. Las mujeres somos así y los hombres no son mejores, son distintos. Y los géneros no nos encasillan, todos somos iguales en poder ser distintos. 

Me sorprende poder identificarlo como si mi anestesia racional fuera suficiente para eliminar esa parte de mí y hacerla más evidente en las demás. Pero no lo es. Esa culpa que sí sentí en algún momento, ahora es una máscara más que rodó colina abajo. Ahora voy hasta mis propios límites. 

Le dije: "Si quieres que ella te diga la verdad, espera. Termina el tiempo completo con un silencio. No llames, no hables, deja que ella lo haga. Tu silencio catalizará sus ganas de no perderte si en realidad las tiene". 

Las mujeres nos sentenciamos culpables. Nos hayamos culpables de todo, del silencio, de ser injustas, de como nos miran, de como nos hablan, de ser groseras o inmaduras. Es el reflejo de la herencia de la cultura machista que puso en los hombros de la mujer el futuro moral y cohesionado de las familias. Tenemos en la espalda el peso del triunfo o el fracaso de un hogar, nos adaptaron a la creencia de que tenemos que resistir, persistir, conservar y arreglar. 

Por eso tenemos la semilla de la culpa, que aún indirecta se fecunda con la fantasía de princesas, doncellas y reinas que nos inyectan siendo niñas. 

Desesperadas con el silencio y los complejos internos, la culpa nos pone en la mecedora a tejer. Nos pone a prueba el ego, el amor, el orgullo, la autodeterminación (herencia de la modernidad y nueva femineidad con la que esa herencia cultural costumbrista se estrella) y la sinceridad.

Él lo piensa como una estrategia. Sin convencerse del todo. Está arraigado al ideal que ha hecho de ella. Cuenta que en el pasado trató de acoplarse, cambiar cosas y errores. Hasta el punto en que se sintió falso con ella y con él mismo. Los culpó a ambos. Dice que regresó a ser como era, como si fuera posible ser el mismo dos veces, y que ella lo aceptó. Pero sin darse cuenta acepta que las cosas no pueden ser iguales por dos veces (ya que la vida es irrepetible), cuenta que algunos cambios positivos se quedaron y otros se le pegaron como larvas disfrazadas en la piel.


Se ha desahogado, se sorprende de haber dicho tanto. Lo que para él son consejos, para mí, reflexiones que provoca al llegarme con un nuevo tema para pensar. 

Le reconforta encontrar entre las 999 posibilidades restantes una luz de confianza en un camino por descubrir, narrado por la voz de una persona que sólo observa y opina.




enero 24, 2013

Entremés de recuerdo

Es distinta la sensación. Sí, impredecible... el pensamiento, ese que a veces es imagen; otras, sonido; y otras, sensación; ése que de vez en cuando es tan fuerte como las tres cosas unidas y aparece llamado de repente aún por las cosas más inconexas.

Tal vez atraído por una melodía, por el reflejo de una persona ajena, por una brisa helada o por la misma acción con distinto dueño, como los que besan a una persona y piensan en otra.  

No sé si para todos es lo mismo. Claro, la época no ayuda, ahora, con el internet, uno puede buscar las fotos del que quiera ver... pero eso no compra el recuerdo. Imagino que antes, la memoria servía a más largo y detallado plazo. 

Aún sin ver fotos, lo pienso.

Incluso, en el momento en que uno recuerda a alguien no se se recuerda con exactitud fidedigna, sino que proyecta la imagen que uno quiere ver de esa persona. No sé si a todos les pasa lo mismo, pero por más que me esfuerzo, no sé si es mi memoria, mi cerebro o mi sentimiento el que no funciona. Por más que quiero, no retengo a la perfección el rostro de quien recuerdo, a ratos, a pocos, a impredecibles. 

Pero, si recuerdo algo: expresiones. Que son como marcas de agua que van indelebles con esa persona, que no se repiten y que se graban en mi recuerdo más aún que un nombre. 

Los recuerdo, sonrientes. 

enero 23, 2013

Romanticismo, la oportunidad de sorprenderse.


Una anhelaba dormida, el otro despierto. El que se atrevía a manifestarse bebía los instantes amargos de un 50/50 y la que no se atrevía se confesaba ante cualquiera tan seguido que nadie le creía. 

Esa ella lo aceptaba y hervía de nostalgia por un otro, ese él, delgado y extraño, la miraba compasivo y ya no tan enamorado, con la indecisión y el sentimiento de no querer herirla. Una otra se arrepentía de un adiós mutuo que no lograba sacarse de la cabeza, mientras aquel nuevo se quedaba con la propuesta colgada en los labios y la esperanza de que algún día esa ella aceptara. El desesperado se sentía solo e irrespetado y veía en su cama la trinchera nocturna en el campo de combate de su hogar, mientras la intransigente adquiría un tono social muy dulce y una intimidad muy paternal e imponente para con él. La una sin poder sentirse libre y entregada y el uno sin tener sentimientos y riesgos que le cambiaran la vida. 

Todos incrustados como cristales en la montaña. Todos conectados por los lazos de búsqueda de un sentimiento, de un cambio de vida, de una sensación, de una guerra sin muertos.



Para bailar necesitas tu cuerpo, pero es esencial el espíritu. Para amar se necesita el pensamiento, pero es esencial el sentimiento. 

Por más que se insista, la luz no le esclarece la vista al ciego. Al igual que subir al máximo el volumen de un parlante sólo ensordece la melodía, el arrebato de sentirse seguro de lo que nace con alguien sólo desintegra las oportunidades que pueden tener para sorprenderse y sobrepasar el precipicio de un final incómodo y corriente. 


Si lo construido reposa en el cuerpo de la voluntad verdadera, ser consecuente con las voces internas y con los años es no arrepentirse, pero si de cambio se trata, no es aceptable parar de construir.

Estar callado por la voz de dos entendimientos no es lo mismo que temer demostrar las convicciones por medio de las palabras. Convivir en el miedo, no es lo mismo que vivir con paz. No grites, en el silencio de lo que percibimos del futuro, está el camino de la sorpresa. Calla y lee las respiraciones; canta con dulzura y envuelve en terciopelo los corazones que cuidas. No discutas, pero tampoco te quedes inamovible, baila, con ritmo, con astucia y pasión.

No tengas prisa, conocer y disfrutar es primordial para amar.

enero 16, 2013

Al caballero


Si me quejara de su encanto sería una salida hipócrita para no caer en la tentación de besarle. Prefiero a esperar a ver si sucumbe usted primero con un impulso, como sentimiento pleno y sin freno, o con una declaración.


Mis silencios son más pesados que los suyos, están cargados de lo que pienso. Los suyos guardan el reposo  posterior al decir sin mancha lo que usted ve, piensa, quiere y siente.

No soy igual a usted, a lo mejor soy más cobarde, más natural y más impulsiva. Para mí el mundo tiene esperanza y espontaneidad, para usted, lo primero y la responsabilidad individual que recae en la palabra y el honor. Callo lo que pienso, mientras ud posee la paz de no atarse a lo oculto.

Si pudiera usted trasladar sus ojos para ver como yo veo con los míos, notaría cuánto esplendor cae de sus labios cuando habla, aún cuando ni siquiera es su cuerpo el que en presente de espacio y tiempo lo dice, sino simplemente me escribe... o a lo mejor, tendría que ser yo para que pudiera percibir ese efecto que su energía causa en mí.

Pero puedo sonar poeta, como usted me dice; o redundante, como otros prefieren. Queda en mi consciencia que es la forma en que soy sincera. Queda que las palabras que le doy son pedazos de mí. Mi pluma no llora, es más cruda, al herir y más descarada al hacer lo que mi lengua y mi ser vacilan.

Quisiera retarlo, pedirle que no me diga lo que me quiere decir, sino hasta que yo se lo pida, y que mientras ello ocurre escriba usted todo lo que piensa y siente. Sin pena. Sincero con ud mismo, individual libre y no manipulado. Con la sinceridad que increíblemente le caracteriza. Y con el honor de mantener su promesa por su propia alma y por mi sonrisa.

Después me gustaría que me lo diera, sin que se alejara de mí. Con la plena confianza de que respetaré sus pensamientos y seré no la destinataria sino una simple lectora. Si así usted lo prefiere.

¿Encontraría allí un retrato hablado con la impaciencia, el dolor, la impotencia y el candor de un enamoramiento lento y silencioso? ¿o doy mucho crédito a  lo que he venido creando en mis sueños conscientes? Más ambas respuestas quedarán como pesas a mi silencio. Acalladas baja el flujo de la vida, bajo el flujo de cada día.

enero 05, 2013

Al sueño en pausa.

Nos encontramos en el puente donde el blanco y el negro se transformaron con la luz, después de tener que adoptar mil formas para vernos y aún así continuar sin poder hacerlo directamente. Falta poco.

He sido un árbol de cobre que arraigado sobre el cuarzo de tus peticiones, trata de reflejar la luna para que no te sientas tan solo. He sido tu cámara, un ojo recreativo, y he obturado para ti la imagen que escogiste, para que no dejes de ver y retratar lo que te rodea. He sido niño jugando entre el frío que físicamente desconozco, he sido niña soportando el frío que utiliza la distancia para congelar mi sangre.

¿Pero quién has sido tu? Perdona abandonarte a la tinta trasparente, perdona mantenerte tras la pantalla, perdona que no encuentre la forma para abrigarte.

Sin embargo el número no es vacío, han sido las cuentas más refundidas y besadas en celebración. 

Sé que has sentido que he dejado mi hilo suelto, para que vuele y zigzaguee por el camino. Tal vez tengas razón. Pero este amor se me asemeja al tejido de un sentido. Quiero sujetar mi hilo al extremo de tu cabo para que nos enredemos, zurzamos, atemos, cosamos, unamos, punteemos, y nos abracemos en la idea de que ninguna tijera logrará atravesarse en medio.

La duda me ha enseñado que los huesos de los que sueñan, pero se han quedan en la tierra por las alas rotas de su inconstancia, son el suelo crujiente de quienes se levantan a sonreír. La ganancia con algo de dolor repara la indiferencia. Hay fuerza en lo vivido, aún haya sido amargo.

Que no me digan que puedo pensar, menos qué. No tengo alma de máquina, eso se lo dejo al que se cree controlador. 

Por escrito... mi pluma es más fría que mis ojos, y sólo llora cuando ellos ya se han secado. Actúa, no me sirven las rodillas peladas. Enfrenta la canción solemne con la flauta de tu arte y desnúdala para que baile nuestro carnaval.

No puedo negar que la distancia ha llenado de escarcha mi caja de herramientas. Tal vez debas apurarte a tallar el frío porque tus lágrimas pueden congelarse en tu rostro y darle paso a esta maldita carnívora bacteria. 

No te quedes tomándote el tiempo como alcohol. Con el impedimento y la frustración, toma a la creatividad y ven galopando hasta la puerta de mi corazón, espanta las pelusas que lo acechan y dedícate a cuidar el fuego de nuestra chimenea.

Nada se ha perdido, hay que reconstruir el rompecabezas. Te estoy instando a que me sacudas. Mis ojos extrañan tu forma de luchar por nuestra alegría. 

Pronto ya no habrá hielo. Saldremos al jardín, lo prometo. Cultivaremos orquídeas, rosas y toda clase de pensamientos para que las tardes se hagan de colores y nos brinden los pigmentos de nuestros cuadros. Posaremos nuestros silencios en el armario y llenaremos el té de palabras dulces.