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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

Momentos Creativos
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febrero 18, 2013

Al extraño.


En este momento, quedan astillas dolorosas de una mesa de tres patas. Queda un soplo denso de temperatura elevada y un poco de desolación en las miradas ¿y qué si sabes que es a ti a quien hablo? ¿y qué si tu larva contamina el sentido de mis palabras? ¿y qué si disparo balas de tinta en un espacio al que nunca acudes? ¿Y qué si ya la sangre no es suficiente lazo? 

Ahora, nosotros flotamos en las aguas de la incertidumbre, mientras tú, trozo solitario y desorientado, consumido por chinches del afán, avanzas en la corriente de la soberbia directo al filo de tu pasado ridiculizado por ti mismo.  

Con tantas razones que profesas, me extraña que por tu independencia no te hayas aislado lo suficiente como para no estropear lo que te rodea. Es ya tan frío el abismo de desconocimiento que nos separa, que entre más lejos te encuentras, más sano me parece el aire.

Eres el silencio en la distancia, el fastidio en la presencia, lo amargo en las mañanas. Eres el ego que camina y que se enfrasca en cumplir a su manera, lo que en realidad no se le da la gana. Eres el ojo instrumental que persigue las nimiedades, evade las realidades y se burla de las necesidades. Rondas las fronteras entre tu espacio ahumado y nuestra fortaleza. Te fijas en la alacena como si fuese el termoestato de nuestro bienestar, mientras nuestras palabras se vuelven más empinadas, inalcanzables y resbaladizas en los largos trayectos. 

Durante un tiempo te culpé, exigía de ti, lo que ahora veo no sólo no te interesa sino que no puedes dar. Veía desgano en tus promesas, pero en realidad es que te superan las fuerzas. Tu estancamiento se me hizo evidente en el momento en que, aún en contra de mi voluntad consciente, te hice oír reproche de tantos meses silenciosos. Se te cayeron algunas costuras de los labios. Casi sin palabras me expusiste tu debilidad de sentido, tu carencia de esperanza, tu inexistencia como hermano, tu espíritu enfermo y tu fe agotada. Te compadecí, aunque perdiste todo mi respeto. 

Ahora, me detengo. No puedo dirigir un sendero con la pequeña luciérnaga que me has dejado como recuerdo. Suelto el asidero con el que quise volver a subirte en nuestro bote.  No confío en tu natación, pero no puedo poseer tus miembros para hacerte nadar cuando, mientras te veo ahogado, tu sientes los pies firmes en tu oasis ideal. 

febrero 03, 2013

Sobre la culpa femenina y los adioses.

Por qué las relaciones tienen que ser tan complicadas, dicen. Hay un momento, después de la euforia y luego de la costumbre, donde el silencio de una pareja joven hiere el vivir espontáneo del día a día.

Él quería seguir, pero la actitud de ella, distante e indiferente, le hace dudar de que ella quiera hacerlo. Él es mayor por poco tiempo y llevan juntos 3 años. Ahora ella tiene 18, siente, u otras personas le hacen sentir, que no ha vivido lo suficiente. ¿Lo suficiente para qué... o según quién?

Entonces se dieron un tiempo particular. El primer tiempo que veo que acepta llamadas y citas. Pero algo lo ha hecho pensar a él que ella quiere más del mundo, cosas que tal vez él no puede darle.

Después, él quería hablar. Porque ella lo ha hecho muy feliz, o al menos eso cree él, y si lo cree, así ha sido. Quería confrontarla, preguntarle si era el final. Si era así, dejarla ir. Él cree que cuando se ama es mejor dejar a esa persona ser feliz, no ser egoísta. De eso quería hablar, pero no ha podido. Está estancado en sus emociones, ideas, suposiciones y pensamientos. Le cuesta ser él (sin saber exactamente a qué se refiere) y concentrarse en su trabajo. Aunque se esfuerza por disimularlo, lo vi. No pensó poder confesárselo a alguien.

Le respondo que los actos de amor altruista entre más anónimos y desapercibidos pasan al momento en que logran el gozo ajeno son más reales. No siempre es adecuado pedir permiso. Aunque cueste, es mejor analizar los deseos que es otro destila por sus acciones y decidirse por uno mismo. Que en el momento en que ella sea feliz y no sepa que él influyó en ello, él sabrá que fue un éxito y que hizo lo correcto.

Se siente confundido: No quiere aceptar que es miedo a sentirse solo y a romper el ideal que había formado de un amor perfecto. Miedo a cambiar sus ideas sobre una realidad que ya cambió y lo está dejando atrás. En el fondo, guarda la esperanza de que al preguntarle ella le asegure que está equivocado y que aún lo ama. Pero su confusión no es más que unos ojos cerrados con temor, más no incapaces.

El ciego tiene excusa ante el que se cubre los ojos con las manos para evitar ver.

Entonces admite que pregunta porque le cuesta actuar. Se da cuenta de que le digo la verdad, pero su temor lo pone en duda y la acepta como un tal vez. Piensa que el problema es tener mil posibilidades ante todo. No. El problema es temer a las 999 desconocidas restantes, mientras la única oportunidad de creer en algo más que en si mismo se convierte en la tortura de lo que fue, lo vacío que es y lo interminable que se vuelve.

Pero, no se ha dado cuenta de que si la presiona para hablar, ella, como mujer que es, leerá sus deseos lastimeros y les dará el hueso que necesita para roer. 


Sí, mujeres. Abstractas, aún para mí. 

Ella le dirá lo que él quiere oír, mientras le crece un fastidio reproductivo en las entrañas que va a guardar en silencio por cobardía y ´decencia´ femenina. No habrá paz, ni pasado dorado en el camino presente. Comenzará un calvario de silencios, resistencias, dudas y desprecio.


Sí, mujeres, silenciosas. 

Él espera que ella sea sincera, pensando que siempre lo ha sido, y que así, juntos, podrán elegir lo mejor para ambos. Pero ella no piensa en él y no tiene porqué hacerlo, piensa en ella. Más, nadie piensa en él, ni siquiera él mismo. Amar es el momento en que uno piensa en dos; dos piensan en uno; y cada uno, piensa en el uno para el otro. 

Se pregunta si las relaciones tienen que ser tan complicadas.  Sí. Las mujeres somos así y los hombres no son mejores, son distintos. Y los géneros no nos encasillan, todos somos iguales en poder ser distintos. 

Me sorprende poder identificarlo como si mi anestesia racional fuera suficiente para eliminar esa parte de mí y hacerla más evidente en las demás. Pero no lo es. Esa culpa que sí sentí en algún momento, ahora es una máscara más que rodó colina abajo. Ahora voy hasta mis propios límites. 

Le dije: "Si quieres que ella te diga la verdad, espera. Termina el tiempo completo con un silencio. No llames, no hables, deja que ella lo haga. Tu silencio catalizará sus ganas de no perderte si en realidad las tiene". 

Las mujeres nos sentenciamos culpables. Nos hayamos culpables de todo, del silencio, de ser injustas, de como nos miran, de como nos hablan, de ser groseras o inmaduras. Es el reflejo de la herencia de la cultura machista que puso en los hombros de la mujer el futuro moral y cohesionado de las familias. Tenemos en la espalda el peso del triunfo o el fracaso de un hogar, nos adaptaron a la creencia de que tenemos que resistir, persistir, conservar y arreglar. 

Por eso tenemos la semilla de la culpa, que aún indirecta se fecunda con la fantasía de princesas, doncellas y reinas que nos inyectan siendo niñas. 

Desesperadas con el silencio y los complejos internos, la culpa nos pone en la mecedora a tejer. Nos pone a prueba el ego, el amor, el orgullo, la autodeterminación (herencia de la modernidad y nueva femineidad con la que esa herencia cultural costumbrista se estrella) y la sinceridad.

Él lo piensa como una estrategia. Sin convencerse del todo. Está arraigado al ideal que ha hecho de ella. Cuenta que en el pasado trató de acoplarse, cambiar cosas y errores. Hasta el punto en que se sintió falso con ella y con él mismo. Los culpó a ambos. Dice que regresó a ser como era, como si fuera posible ser el mismo dos veces, y que ella lo aceptó. Pero sin darse cuenta acepta que las cosas no pueden ser iguales por dos veces (ya que la vida es irrepetible), cuenta que algunos cambios positivos se quedaron y otros se le pegaron como larvas disfrazadas en la piel.


Se ha desahogado, se sorprende de haber dicho tanto. Lo que para él son consejos, para mí, reflexiones que provoca al llegarme con un nuevo tema para pensar. 

Le reconforta encontrar entre las 999 posibilidades restantes una luz de confianza en un camino por descubrir, narrado por la voz de una persona que sólo observa y opina.