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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

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Fabro grafics

marzo 30, 2011

Manifiesto Carente

Voy cruzando la linea horizontal... avanzo más cerca... cada vez me siento más expuesta a sentir el filo de las heladas puntas de las estrellas del cielo. Siento como si un acero penetrante rasgara a la voluble puericia.

Dónde puedo acudir a ti... ¿en qué terreno baldío quieres que nos encontremos? Comienzo a meditar la idea de que quieres que te acompañe a donde unas vez llegada no podría regresar.

En el manicomio de mi consciencia se esparcen miles de tiránicas angustias que me hacen redactar este claustro manifiesto.

Mis pies... el frío los está congelando... pero mi consciente está tan febril que soy incapaz de trasladarme hacia lo seguro del calor.

Cruzo la barrera de mi realidad y me supongo en un lugar donde debería migrar para la prolongación de mi existencia. Siendo así qué me llevaría... Aparte de mi melancolía... Llevaría libros para lograr hablar con alguien confiable, escucharía las tertulias musicales que conozco.

Olvido algo que me sería vital... y que lastimosamente corro riesgo de no lograr retener en mi mente los momentos agradables...

Excluiría esa endemoniada posibilidad si la situación fuese distinta. Afino mi temple, procurando diamantarlo... pero en el fondo la pequeña incertidumbre del futuro me produce un escalofrío que de llanto quisiera explotar.

No todo en el mundo tiene una explicación... ni el vacío, ni el todo... ni tú ... ni yo... ni tampoco el peligro. Renuncio a mi seguridad? no... pero la siento flanquear y quisiera tener alguna ametralladora para poder alejar lo que me acecha.... Quisiera que de verdad un poder sobrehumano atendiera mis gritos de sepulcro... quisiera que existiese algo de verdad... pero dónde me puedo hallar a mi misma si no hay nada a mi alrededor?

Se desvanece... lo que me rodea se torna en humo y el dolor que invade con cada desaparición me perturba más.... ¿Cómo encontrarme si lo único que poseo soy yo? Mis viseras... mi cerebro... lo que algunos denominan talento y esa parte confusa de mi moral...

Recapitulo mis emociones y son tan sucesorias, tan graduales que es evidente que son una sola... aumentando con los segundos...

Olores que me trasportan hacen que añore la normalidad... la imperceptibilidad... Refuto al destino la notoriedad de mi esencia y alabo a lo divino por conferirme la razón de ello.

Sin embargo sigo en un carrusel macabro... dando vueltas sin razón ni destino.... Rodeando un tema que sólo depende de lo fortuito.

QUE HASTÍO! dónde están las palabras que al gritarlas me conferirán algo de tranquilidad.... donde está la paciencia que responda al tiempo de insensatez.... cómo puedo desahogar al mar.... cómo puedo decirle a todo que me importa tanto que nada importa! cómo puedo, sin lágrimas derramar, pedirle a la vida un poco más de su caridad.... dónde encuentro a la falsa perfección de lo que llamamos Desarrollo... dónde está el calor de la real humanidad... dónde está esa... esa paz....

Si es lejos... me iré? dejando con dolor a mis espaldas las ventanas y reflejos de mi realidad? Los paralelos entusiastas y la carismática singularidad? No... no me iré ... aquí seguiré ... cobrando vidas distintas para cada sujeto, cobrando valores variables según los contexto, cobrando la forma que a través de mis letras ellos quieran formar... pretensiosamente aportando... a una realidad única e irrepetible... porque en el momento en que relea para entender será distinto y así cada vez que lo vuelva hacer... no es el mismo segundo, no es el mismo lugar... no seré la misma yo que ellos creen.

marzo 26, 2011

¿Qué podría hacer?

El segundo que está pasando ya pasó... me refuta en mi costado, con clamor angustioso pidiendo paciencia.
Que práctico suena decir que no necesariamente el más pensante es el más exitoso... que falaz.
Esta alma angustiada y atormentada se pregunta por qué algunos congéneres no comprenden su pasión por la otra versión de la humanidad.

En un frágil recipiente de acero se sostiene pendiente del orillo un zorrillo putrefacto y mortecino que con lengua viperina alaba la mediocridad y el "vivir el instante".

Qué considerar como éxito... ¿un domicilio? ¿un automóvil? ... ¿una cabeza distinta a la de ayer en nuestra cabecera?

Sin determinar género, el artificio juvenil retuerce las cavidades cerebrales de más de un esnob mediocre.
El rimbombante tesón de las exigencias innecesarias.
¿Quién tiene el derecho de exigir un comportamiento? nadie. Sin poder reponerme de mis acciones impacientes, se acerca al acecho con miles de signos de admiración en su contorno un cuerpo ágil y desesperante, que con insistentemente procura reformar lo que no quiero reformar.

El cambio se lo dejo al tendero de siempre... El crecimiento lo acojo solemnemente ¿Quién podría truncar mi desarrollo ideal?

La enfermedad del estrés es algo que no debería a nadie más afectar. ¿Cuál, pregunto con desespero, cuál es la razón de tanto atosigo? Es como si mi cerebro no pudiera evitar querer implosionar con las inquisidoras, repetitivas y atormentadoras ´sugerencias´.

¿Por qué insiste? porque sabe que es mi Deber reconfortarle... porque cruelmente no divisa mi carroña sentimental.... porque subestima lo que puede ser el interno.

marzo 12, 2011

Ingrid, la arruga, el adiós y el reemplazo.

Ingrid caminaba en la distorsionada luminosidad nocturna. A su lado había pasado un perro vagabundo que tan sólo con verle las costillas pegadas al pelaje, producía compasión.

La luna cuarto menguante se bañaba en el cielo, derramando hilos plateados de luz que se fundían con los rayos artificiales de los faros de la calle. Después de chitar al perro, la mujer de contextura atlética escuchó con más atención que cualquier otro día el rugir de la flora de asfalto. Nunca antes se había dado cuenta de que el volumen cotidiano ocultaba los reales sonidos de la calle.

Pasó una pequeña rata corriendo velozmente y se retiró con un brinquito inocente. Dos cuadras más adelante, desvió de camino para evitar pasar por el parque del barrio, donde jóvenes agazapados entre los arbustos fornicaban y metían drogas.

-Y ahora qué. Que fácil es abrir la puerta sin pensar lo que se deja atrás.- Pensó Ingrid, mintiéndose, porque la imagen de su amante con una destrozada sonrisa irónica estaba tatuada en sus párpados.

Llegó a su casa y se detuvo para mirar la fachada. Un par de tejas corridas se acomodaban sobre la canaleta y la puerta de metal verde tenía una suave capa de color café, que debía ser algo similar al óxido.
El frío de la noche le había helado el rostro. Hizo un par de muecas para distensionarlo y se detuvo en frente del espejo del pasillo. Se acercó un poco para observar mejor y una expresión de horror controlado salió de su cara al notar el naciente camino ondulante hendido alrededor de sus ojos.

Dejó a un lado su bolso negro de un material similar al cuero y puso sus llaves en la casita de madera situada sobre los interruptores de las luces. Subió las escaleras de cemento y se tiró en la cama de colchón duro. Sintió un leve totazo en su espalda, pero lo ignoró. Cerró los ojos y se abrazó con fuerza.

-Refútame y abrázame... dime lo que sientes, otra vez.- Le susurró a su almohada, como si ésta fuera su Alguien. -Para sentir que estoy en ti y que aún en la lejanía piensas en mi.- dijo un poco más duro.

Recordó una imagen y abrió los ojos con resentimiento. Soltó la almohada y se acercó a la ventana. Miró el cielo y sonrió al ver una pequeña estrella fugaz a la que sólo le pidió el deseo de dormir bien esa noche.

-Abrázame y convénceme de tu papel de príncipe....- Respiró profundamente y sintió un leve escozor en sus entrañas. Hacía un par de meses que le habían diagnosticado gastritis y no había comido desde el almuerzo. Se acomodó el cabello en la oreja -Gritaré a la luna otra vez que no me importa si te vas siempre y cuando prometas que no regresarás.

Volvió a girar y en sus ojos color girasol se asomó un brillo nostálgico. Se desnudó lentamente y se puso una bata de dormir. Ignoró a su consciencia que le indicaba que se lavara los dientes. Ignoró a su estómago que rugía de hambre, pero escuchó con atención la voz inteligible de su corazón pidiéndole que aplicara la ley del olvido. Se cubrió con las cobijas, mientras que se dictó mentalmente: "sé que no le encontraré para que proteja mi alma... se que me congelaré en el pasado y sólo despertaré cuando el anillo de matrimonio que rechacé se pose en mano de una joven de piel tersa y sonrosada.

marzo 09, 2011

La Piel Escrita

Embebida en un arritmico sueño, viajaba lejos y a contratiempo a un lugar que no le significaba nada. Más recostada que sentada, sonreía plácidamente, acariciando con su nariz el aire de la envolvía. Las sublimes imágenes mentales que sostenía involuntariamente, la trasportaban a la consecución de unos hechos que recién había vivido.

Recordaba el nombre. nunca lo había olvidado, era una mentira conquistadora del instante. Aún sin poder nombrarlo en cabeza de alguien, con un sonido aterciopelado ese sonido habitaba en sus anhelos antes de mucho tiempo, antes de algunos besos, en la inocencia pura de la ilusión pueril.

Definitivamente, era coincidencia... o causualidad. Nadie se había ido y Alguien había llegado. Usupador del trono, camino bifurcado de las semanas.

Ella no podía saber que el aroma de aquel caballero cámel era el detonante del ambeleso ambulante.

La noble sonrisa de ese joven de Magno nombre la mantenía pendiente del hilo conductor de su presencia. Él tenía algo poco significante de ella, un plasmado de ideas.

Él poseía algo que podía provocar que todo fuera encantador. Había llegado en el instante en que un corazón gitano reclamaba acción.

Dibujando sonrisas en el frío. Una tensión agradable mantenía el adormecimiento de las manos.

Un carácter diferente había ocupado el terreno baldío. Observación, paciencia y nobleza… la pimienta de una sonrisa carismática.