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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

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octubre 30, 2012

Más allá del traje.


Más allá del traje. Cosplay en el SOFA 2012.
Por Linda Patiño

I: Viernes 26 de octubre
No había mucha fila en la boletería. Tomé el tiquete verde del día viernes y después un muchacho de chaleco naranja lo rompió por la mitad. Con eso, ya estaba dentro de Corferias y por las próximas siete horas estaría allí, recorriendo pabellones sin poder ir a buscar a alguien fuera o ir a comer algo económico.

El SOFA, Salón de Ocio y fantasía, es un evento, que lleva haciéndose desde hace cuatro años, que expone diversas posibilidades para el ocio y la fantasía en el tiempo libre y que se caracteriza por reunir la mayor congregación de Otakus colombianos. 

Otaku significa fanático a algo. Hay, Maho Otaku, Train Otaku, Omocha Otaku, Gore Otaku, Yuri y Yaoi Otakus, Geemu Otaku, Pasokon Otaku, Manga Otaku… etc. Es decir, fanáticos de películas, libros o animes fantásticos y de hadas; a trenes; a figuras de acción; a contenido sangriento; a contenido homosexual; a videojuegos; a ordenadores y consolas; a mangas… entre otros, respectivamente. Su concepto es herencia de la cultura comercial nipona y llegó curiosamente a Colombia con el nombre de Otaku, a pesar de que en Japón es un insulto y se reemplaza por el término Akibakei. La primera imagen que llega cuando se oye “Otakus”, si es que llega alguna imagen, es un grupo de jóvenes medio locos disfrazados de personajes de ficción y dibujitos animados. Esos son los Cosplayer, en algunos casos cuando cambian el género del personaje son los Crossplayer, una clase de Otakus que realizan manual o industrialmente el costume y el vestuario de un personaje determinado y lo exhiben reuniones y convenciones determinadas. 
Atravesé la plaza central con la cámara alrededor del cuello, retratando algo de esta cultura que gracias a la globalización se ha vendido como exótica en el “exterior”; y con el sol en las dos de la tarde, recogí los rostros sudados de algunos cosplayers a lo largo de la plaza. 

De las primeras fotos que tomé, fue a una mujer vestida de japonesa antigua, maquillada impecablemente. Sonó su celular y contestó. Ni aún así dejaban de tomarle fotos. Ni siquiera cuando estuvimos comiendo, los fotógrafos, algunos con cámara profesional, otros con celulares, no dejaban de capturar a los personajes de distintas series con un bocado grande de una hamburguesa en la boca.

En frente del museo de Mario Bros., a las afueras del segundo piso del pabellón 8, encontré a Miguel, un muchacho de 18 años, de ojos miel y pelo castaño hasta los hombros, que es conocido en el “mundillo” como Lundumost. Lo había visto en el G-ton japan party de agosto, tenía fama de ser un vampiro y de ser, en chiste, la reencarnación de Jesús. Estaba con un delineador negro corrido en el borde de los ojos y su expresión cínica se plasmó en la pantalla digital de mi cámara.
“Viniste” Me dijo. “No te ibas a salvar de mí”, le contesté, refiriéndome a la entrevista que tenía pendiente conmigo. Por mi espalda llegó Camilo, un otaku gore que se identifica como la reencarnación del dios nórdico Odín y que dice que puede transformarse en lobo. El vampiro lo miró con desprecio, quedó en llamarme luego y se fue con toda su manada de guardaespaldas mal mirados detrás. Nunca sucedió.

En el primer piso, estaban la mayoría de cosplayers que habían huido del sol. Encontré a Daisy Peña, de veintidós años, cinco como cosplayer, vestida de Sailor Moon. Le tomé una foto y momentos después perdió el brillante de su cetro y desde el piso, buscándolo, me contestó cortante. “El cosplay es la interpretación de personajes de ficción, pero yo no tengo que dejar la realidad de lado para hacerlo. Tengo un trabajo, una familia, un novio, hago deporte, oigo música y hago coplays como un rol más en la sociedad”. 

Seguí caminando y luego Katy Martínez me dijo “No faltan las personas que no entienden lo que hacemos, creen que somos unos asociales, inadaptados, y lo dicen como si su forma de actuar fuera la única conveniente para la sociedad.” Mientras me hablaba se arreglaba la calaca de cabra miniatura que tenía en su cabeza sobre el velo negro que le cubría la mitad del rostro. Me explicó como profesora a niños de kínder “Hacer cosplay no sólo es ponerse un traje, sino que también es representar al personaje escogido. Por eso, debes conocer la serie, el personaje, sus gustos, sus gestos y disfrutar lo que haces”

En stand de GTO Medios, organizador del G-ton Japan Party y el medio más destacado en cubrimientos del mundillo, encontré a un excompañero de colegio y exnovio de una amiga de viejas épocas. Juan Pablo Castilla, vestido de británico inaguantable, de peluca roja, gafas y bandera de Inglaterra hasta en los zapatos. Actuó como su personaje ante las cámaras y luego me saludó, sudando. “Hacer cosplay es un hobbie divertido. Quien diga que es un estilo de vida está muy equivocado. Esto no te da para vivir. Es algo para disfrutar pero que tiene sus límites.” Alguna vez fue al colegio con una katana afilada y se puso de mal genio con alguien y lo amenazó, desde ahí lo tildaron de loco. No sé cómo no lo expulsaron. “Es una actividad divertida… ¿Evadir la realidad? ¡Eso es imposible, porque ella sigue ahí! Tal vez burlarse de ella… y a ratos. Aquí soy un loco británico, pero afuera soy un profesional con amigos, novia, familia, carrera y trabajo”.

Recorrí los stands comerciales. Un gorro, de estilo peruano, de Goomba, hongo perverso de Mario Bros. estaba en sesenta mil pesos. Algunas cosas se repetían de unos a otros, pero se encontraban los artículos originales de la mayoría de series que alguna vez vi en mi infancia. Unos guantes de sakura, peluches de las guerreras mágicas, las esferas del dragón. También artículos de películas, espadas de Jedi, varitas de Harry Potter y accesorios para cosplay de Avengers. 

Brayan López me miraba como una gárgola de mármol. “El cosplay es la interpretación del personaje con el que nos identificamos. Se diferencia del disfraz por histriónico, que significa la interpretación de los detalles y la interpretación del personaje.” Cuando pregunté si alguna persona se había opuesto a su afición se rió jorobándose y escondiéndose detrás del pelo. “No del todo… Uno es un lava-cerebros ágil y hace que a los demás les guste lo mismo que a uno… y si no pues, se le busca el género de anime que se acomode a cada quien. Yo me daba mis mañas. Aún vendo, comparto y multiplico las aficiones, claro, con el interés oculto que los demás se contagien de este mundo de aficiones”. Juan Daza replicó “A mí si siempre. Muchas personas de mi universidad y de mi familia me decían que dejara de ver tanto anime, que buscara novia. Es algo curioso, todavía me lo dicen porque creen que si consigo novia, dejo de ver anime”.

Cuando me dirigía al parque o zona de juegos, una versión pobre del guasón se me acercó, hablando en adivinanza. Era alto de estatura, tenía los ojos saltones y la boca pintorreteada de rojo. “¿Sabes cómo me hice esta sonrisa, Linda?” Puse a mi amiga de escudo, riendo nerviosa, cinco años sin ver a Daniel Andrés García. Nos siguió por más de una hora, trató de abrazarnos en varias ocasiones, e insistió en tomarse fotos con nosotras. “¿Van a venir mañana.. Y el domingo?”

II: Sábado 27 de octubre.

“Si quieres venir con nosotros tienes que hacer un cosplay o algo. No nos vas a juzgar así no más” Víctor Manuel García me mandó a buscar personaje desde el día en que le dije mi tema de crónica.

Mi maleta había resultado un estorbo, el sábado llevaría un bolso artesanal de búho que había comprado el viernes y una chaqueta para la noche. No iba a aguantar frío con el vestido. 

La semana anterior al SOFA 2012, mi madre y yo habíamos modificado el vestido de elfa tres veces y sólo ese 27 de octubre las rosas plateadas de la tela azul cayeron como debían por el escote triangular del diseño. El maquillaje se demoró una hora y las trenzas para la parte superior de la cabeza salieron más rápido que hacer rulos con el resto del pelo. 

Iba a llegar tarde a las conferencias y mis colaboradores ya me estaban esperando. Sabía que tenía que hacer las orejas desde antes. Colombianada de última hora ¡Tonta, confiada! ¡Que orejas de elfa tan horribles! Planeaba salir de mi casa a más tardar a las diez de la mañana, sólo a la una de la tarde lo logré. 

No llevaba ni dos cuadras y los taxis pitaban, la gente miraba. Ahí iba una elfa andando, con trenzas, vestido, piedras naturales y pseudorejas. Después del comentario desentonado del taxista, llegué una vez más a la entrada de Corferias. 

Estaba mucho más lleno. La fila de la boletería alcanzaba la mitad de la plaza. Por fortuna se movía con rapidez. Dejé de contar las miradas cuando llegaron a cincuenta. La chica que me seguía en la fila me miraba emocionada. Por lo menos dudo dos veces en hablar. “¿Todo lo hiciste tú? ¡Es increíble!” No. No lo sentía increíble. Pudo ser mejor. Evité continuar la conversación, compré la boleta y avancé acelerada.

Juliana Chauta me esperaba después de que nuevamente el muchacho de chaleco naranja rompiera la boleta, esta vez blanca, por la mitad. Se acomodó el chaleco de cuero negro con capota, las gafas estilo cyber punk, la corona de cartulina negra, las alas de plumas negras en su espalda y sacó un arco de madera sin flecha. Era el cosplay de una carta de magic : “La resurrección de los muertos”.

No hay más de 3 metros de baldosa entre el punto de entrada y el pavimento de la plaza de Corferias. Y en cuanto llegamos juntas, una epidemia de camarógrafos nos acorraló. No habían flashes, pero para eso estaba el sol. Picaba en el metal de los artefactos y saltaba hacia nuestros ojos.  Un camarógrafo se retiraba y otros dos reemplazaban su lugar.

Un paso, foto; otro, foto; otros dos, foto con un desconocido; otro, foto solas. Tardamos cincuenta minutos en llegar a las banderas. Víctor tampoco podía moverse, después de mes y medio de trabajo una de las alas de su cosplay, que había hecho con partes de una maleta de rodachines vieja y un sistema de polea, estaba rota.

Ése no era Víctor, era el estúpido y sensual Tsukune de Rosario + Vampire, convertido en una bestia negra de tizones rojos en los músculos, piel negra, cabello gris y ojos amarillos. “para mi el cosplay es volver a ser niño, es el tener el privilegio d poder ser tu personaje favorito. Es una forma de soñar, me encanta interpretar a mis personajes favoritos, jugar a que soy ellos y lo que más me gusta es crear esa ilusión de que lo soy y hacer a la gente partícipe de esta misma ilusión. Esto no borra la realidad, la complementa y la hace más divertida”.

La procesión se hizo aún más larga. Aún dentro del pabellón, las fotos nos hacían marionetas con movimientos lentos. Daniel Andrés García asomó su cabeza por ahí y gracias al envolate logramos perderlo una vez más.

El viernes, Alejandro Barahona, conocido como Asuma de GTO, me había hecho el ofrecimiento de trabajar en conjunto y llegué al stand. Dejé mi abrigo y mi bolso y le ayudé a trasportar los cables y el portátil para hacer la trasmisión por stream.tv. Gracias a Alejandro aprendí la técnica de evasión de fotos. “Ya un momentico, es que estoy ocupada”… ¿Dónde lo van a encontrar a uno? Y gracias a su técnica, llegamos al Teatrino Rojo cinco minutos antes de que finalizara la premiación a estilos alternativos y comenzara a hablar Megan Marie.

Después de que sus sesiones fotográficas como modelo se hicieran cada vez más temáticas, Megan Marie, inició en el mundo del Cosplay con el traje de la mujer maravilla y el de Lana de Superman. No supo que era cosplay hasta que llegó a una convención otaku y se enamoró de ese mundo. La cosplayer profesional, fue la invitada especial al SOFA de este año y aunque la traducción fue pésima, los mensajes fueron claros para la mayoría. Le preguntaron de series y de trajes, los más famosos son el cosplay que hizo de Gears of War, y el crossplay de Two Face del comic de Batman.

Cuando abrieron la ronda preguntas del público, me avergoncé de su cumplido a mi traje, tan pronto recobré mi carácter periodístico, formulé mi pregunta. Su respuesta hizo que resonaran varias exclamaciones de asombro. “El cosplay es algo que me apasiona. Me dio la oportunidad de conocer a los que son mis mejores amigos, de viajar por el mundo, de ser recursiva, pero lo soy muy tímida, muy mala actriz. No conozco a nadie que viva en una fantasía sin saber de su realidad. Y yo nunca me he perdido en la ficción porque disfruto haciendo la apariencia de mi personaje, pero no me gusta actuar, no soy él”.

Dijo muchas cosas, pero hubo algo que fue abrumador para nosotros, los periodistas, que podíamos considerarnos extraños. “El cosplay es inherentemente social. Los asociales cosplayers son un mito”. No hay forma de que los que asistan a las convenciones no quieran ser reconocidos y queridos por ellos y por sus personajes.  “Somos amigables, solidarios y participativo, sólo usamos nuestro tiempo libre en otras cosas distintas a las usuales”.

Mientras se organizaba el concurso, Alejandro, Asuma, me preguntó. “Ya que tú lo hiciste, ¿Qué les dirías a aquellos que nunca han hecho cosplay para que se atrevan a hacerlo?” 

Yo también me sentía diferente ¡Viva la filosofía del por qué no! Nos soltaron el micrófono y mi punto de vista inexperto interesó a los treintainueve espectadores del canal.

Para cuando pasaron los concursantes de Cosplay Mascarade de este año, me llamaban elfa y no por mi nombre. Atendía de igual forma. Las presentaciones fueron ascendiendo, los malos actores quedaron atrás por los cosplays con un trabajo impecable, Samus Aran, Iron Man, Depredator y otros tuvieron sus representantes dignos. Pero hubo un ganador prematuro. El último cosplayer subió a la tarima, con un vestido blanco imbombo, su presentación no era de gran puesta en escena, pero de repente, detuvo su acto y dijo “Esto es para ti, Milena”. La mujer, una morena alta, vestida con camiseta de Mafalda, subió al escenario ayudada por los coordinadores. La emoción del hombre era tal que no la veía porque estaba de espaldas al escenario buscándola entre la gente. Se arrodilló y sacó un anillo de compromiso. Los aplausos se reventaron en el aire y la mujer lloró. Carlos, el productor de GTO nos miró. Todos estábamos conmocionados, Alejandro y yo con nuestras parejas a lo lejos y sueños hermosos. “¿Ves?” Me dijo. “La gente cree que somos asociales y solterones por siempre… es difícil encontrar la persona indicada. El ya es de por sí un ganador”.

III: Domingo 28 de octubre.

El domingo organicé mis notas. Me levanté a las siete de la mañana, desayuné y mi madre me sorprendió con unas nuevas orejas. El látex estaba cubierto por aluminio repujado en arte ruso, tenía unas cadenas y unos detalles de pedrería muy bien hechos.  También el peinado cambió y hasta un brazalete, también de aluminio, se unió a la causa.

Como el evento era zanahorio y había durado hasta las ocho de la noche, logré tomar un taxi y llegar a mi casa sin mayor problema. Sin trancón, el taxista me contó en quince minutos más cuentos de fantasía que los que he oído en estos seis meses. Duendes, hadas, diablos nombrados con misterio. “No crea, niña. En esta época, ¡hay muchas cosas que salen como son y uno cree que es disfraz! Hoy la vaina va estar tenaz.” Y en la mañana del veintiocho, las calles estaban solas.

Mi guía principal, Víctor, tuvo que adelantar un trabajo con urgencia; otro, David, tuvo que acompañar a su madre a hacer diligencias; otro, Daniel, tuvo el cumpleaños de su primo; y otro, Germán, tuvo trabajos que hacer. La única que quedó en pie fue Juliana.

Cuando llegué, esta vez con un tiquete morado roto por la mitad, ella estaba con un cosplay de una colegiala guerrera con katana y abanicos, subida en un toro mecánico en el que no duro más de cuatro segundos. No le prestó atención a mis orejas. “¿No son las mismas?”. Falta de detallismo, ¡carajo!

¡Por fin! Pude recorrer la feria completa. Esta elfa bailó, pseudo tocó gaita y tiró flechas. El mejor halago del día lo hizo un integrante de la aldea medieval de Pendragon. “¡Tienes puntería de elfa!”

Quería ver los Cosplayers Elite ¡Ya! Si los Mascarade eran tan buenos, no podía imaginarme el nivel de profesionalismo. No sin dudarlo un poco, abandoné la aldea medieval.

La técnica de evasión funcionó repetidamente sobre todo con los morbosos que les gustaba acercar sus manos a las cinturas de las cosplayers. El teatrino rojo, no era el único escenario, pero los temas de cosplay estaban dirigidos ahí, estaba repleto con la presentación de grupos de baile de K-pop. Juliana se perdió entre la multitud, mientras yo logré llegar a la parte de enfrente y tomar algunas fotografías a la multitud que coreaba y bailaba con los que se presentaban.

El evento de Cosplay Elite debía comenzar a las dos y cuarenta y la premiación a las tres. Eran las tres y diez y hasta ahora acababa de presentarse el último grupo de baile. Tenía que estar allí. Valía la pena, la espera, el sofoco, todo. Los organizadores ubicaron a la gente detrás de una cuerda y la gente se fue sentando y pasando la cuerda por encima para hacer más espacio. Quedé atrapada al lado de la pasarela, pero con ángulo de visión suficiente como para no perderme el espectáculo.

A las tres y cuarenta salió el presentador con un cosplay de Assasin´s Creed mandado a hacer, muy regular. El cosplay, por lo menos para Megan Marie y para muchos cosplayers que conocí se hace con la creatividad y manualidad propia buscan forma y no función. Eso hacía los cosplays de Mascarade tan increíbles. Tuercas, argollas, tapas de baño, empaques todo con ayuda de pintura e ingenio puede servir.  Luego llegó una Suicide Girl, modelos tatuadas, y hablaron cosas sin relación al evento durante veinte minutos más.

El público comenzó a chiflar. Coreaban “Cosplay, cosplay”. Me moví buscando la posición más cómoda. Los de al lado también y todos tratábamos de acomodarnos sin molestar al otro.

Lina Osorio, de 24 años, cosplayer desde hace 5, se rió de una periodista que llevaba un gorro de zorro y no se sentaba por tomar fotos. “La gente ni sabe. Inventan. A Juan Pablo Castilla lo entrevistaron los de Taboo”. Alejandro, de GTO, también me había preguntado sobre eso. La hostilidad hacia la ridiculización de sus actividades era notable.  Lina siguió. “Siempre dicen lo mismo. Otro mundo… Pues, sí, es un hobbie… una manera de escaparse de lo que se hace en la normalidad y divertirse. Pero nadie deja de ser por estar en esto… o pues, no creo ¡Es un mito! No conozco a nadie que haya llegado a ese extremo. Yo lo veo como un hobbie que me divierte mucho.

A las cuatro de la tarde, ya se había ido gente, pero esperado lo más, esperar lo menos.
Entregaron los premios de Mascarade, y la sorpresa elite nada que llegaba.

Llegó el tan esperado maestro Carlos Alberto Espitia. Nadie lo pudo creer. Su cosplay tenía al menos ¡metro y medio de ancho! Era una especie de astronauta gigante, con luces y propulsor. Un nivel muy avanzado. Una chica que venía detrás era parte de show. Cosplay de Bloshock 2. Pero, entonces, el traje no lograba subir al escenario, tampoco la presentación se podía hacer en el suelo. ¡Súbanlo, álcenlo! ¡HAGAN ALGO!

Muy a pesar de todos. El maestro no pudo presentarse. El hombre estaba sudando dentro del traje, por lo poco que pude ver a través de la abertura del brazo de su máquina tiene aproximadamente cincuenta o más años.  “El cosplay es una pasión” dijo sofocado, bañado en gotas que parecían lluvia directa sobre su cara.

Hubo abucheos, el público fue muy exigente. La presentadora se quedó muda con la situación. Los organizadores dieron por terminado el evento y todos salimos con un sin sabor imposible de expresar.
Regresé al stand de GTO y el concurso de cosplayers me animó. Se trataba de imitar los movimientos de uno de los presentadores del canal. Recorrimos el pabellón ocho al menos una diez veces hablando en japonés, con Browser, Linterna Verde, Kakashi Sensei y una niña de Visual Kei. Le pedimos, cada uno a su forma, a Atena que nos eligiera. Los concursos pasaron.  Treintaiocho solicitudes en Facebook llegaron.
Pude volver a la aldea. Pendragon estaba iluminado por la luna llena. Los escudos celtas estaban expuestos, la tienda estaba rematando. En la arena de juegos estaban sus guerreros. Retadores del público forcejeaban con los caballeros que una vez más recorrieron toda la feria condenado a los herejes y sujetándolos con los grandes maderos. Hubo combates con acero, tambores, escudos, violines escoceses, armaduras y arcos. La gran procesión celta se despidió del SOFA 2012 y de cada personaje, personificando, gritando y cantando.   

octubre 08, 2012

A Diez Años de Hoy


Elizabeth se despertó sin abrir los ojos. Sintió la boca un poco seca y suficientes ganas de dormir otros sagrados cinco minutos como para recogerse dentro de las cobijas.  Ya que el despertador no había sonado, sopesó la posibilidad de no alistarse para salir hacia la Universidad, pero la idea de que hacía lo que le gustaba le dio fuerza para abrir los ojos y quitarse las cobijas de sopetón. Sintió frío, pero se acostumbró rápidamente.   

Se levantó usando su memoria como ojos en la oscuridad. Tanteó dos veces el interruptor, pero no estaba.  Con el seño fruncido, recorrió la pared con la palma sin éxito. Volvió a la cama, confundida, pero su pie derecho tanteó la orilla y encontró una mesa. Su tronco rebotó al instante, sentía la boca aún más seca y recordó. La idea le pareció absurda sólo en su infancia despertaba  con la garganta seca. Algo de miedo mezclado con curiosidad le instaba a descubrir si podía ser real.

El vaso con agua, el mismo que su madre le dejaba sobre la mesita de noche, la sorprendió. Rió nerviosa y respiró repetitivamente para controlarse. Aún estaba a oscuras. Subió las persianas  y vio a través del vidrio el parque de Cedro Golf. Recordó las canciones que cantaba sobre el pino, las tardes en las que llevaba una bolsa de zanahorias para alimentar a los conejos, el cumpleaños donde mandó a dos jóvenes en bicicleta a que le arrojaran bombas de agua a sus primos. Suspiró con picardía, olvidando, por un instante, lo raro del momento. Más giró, reconoció el mural de margaritas que había hecho con su madre, el techo lleno de discos volteados reflejando su cara, el perro de peluche con gorro y la corbata de su uniforme. Su sonrisa se llenó de desconfianza y percibió  algo macabro, sintió la zozobra de hallarse atrapada en un recuerdo.

Corrió por las escaleras hasta llegar a la sala. Vio a su padre leyendo el periódico en el amplio sofá de terciopelo rojo que les había heredado el abuelo. Con miedo de verle la cara fue cautelosamente a la cocina. Se estrelló con su madre. Ella tenía el pelo corto y le consentía la cabeza. Elizabeth se quedó fría, sintiendo la mano adornada con anillos entre el pelo. 

Desayunó sin decir palabra. No tuvo cabeza para saborear el huevo atomatado que tanto le gustaba. Ensimismada en la posibilidad de que fuera un sueño, una ilusión, una muy mala broma o que todo el mundo fuera diez años más joven. Fue consciente de sus contradicciones internas, de su tristeza y de su alegría, y de cuánto daño le hacía ver a sus padres juntos de nuevo.

Aprovechó la orden de irse a bañar para encogerse en la ducha. Cerró los ojos pensando que era brillante la idea de perder la consciencia y despertar en la realidad de nuevo, pero el humo del baño terminó por resignarla y por regalarle un regaño suavemente maternal. Eso le agradó, hasta sonrió, pensó en lo hermoso de no tener problemas y discusiones eternas con su madre.

Se sintió aliviada de que fuese sábado, la posibilidad de volver a su colegio y tener que tratar con todos sus compañeros le turbaba. No sin dudas aprovechó para sentir lo que el día le brindaba. Cantó a todo pulmón Californication de los Red Hot Chilli Peppers. Almorzó ajiaco con su hermano y sus padres, sentada en la silla más alta. Bailó Brittney  Spears para su mamá. Consintió a ninfa, su lorita mansa, y se quejó de no poder coger a Lancer, el loro al que su hermano enseñaba a picotear. Sacó a las barbies a modelar y hacer discursos en el patio. Y cuando la tarde comenzaba a quemar la rama alta del pino de enfrente, se refugió, no por mucho, en un rincón debajo del escritorio. Lloró silenciosamente por su deseo de continuar viviendo ese sueño, dejando el miedo y la vergüenza de lado, cultivando más amor que el ya cultivado. Lloró por recordar su vida como adulta, por no avergonzarse de ella, pero por no poder decidirse por ninguna. Respiró y poco a poco el llanto silencioso se convirtió en mero silencio.

Fue un momento duro, Elizabeth sabía lo que iba a pasar. Su madre y su hermano entraron con unas velas en las manos. Las pusieron en el suelo, mientras Elizabeth salía de su escondite con el corazón tan agitado como el de un ave. Por años había deseado revivir las noches de cuentos a oscuras. Gracias a esos años amaba la luz de las velas y de las estrellas, gracias a ello apreciaba la literatura, con dragones, sapos y princesas, gracias a ello, y a todo lo que había vivido ese día, Elizabeth era quien era. Y a la hora de dormir, minutos antes de las nueve, después del besito de buenas noches, del abrazo y del discurso sobre angelitos, el niño Dios y hasta el “perrito de Santa Closh”, Elizabeth se acomodó en la almohada y cerró los ojos con la idea de que aún si se despertara en esa o en la realidad 10 años más adelante, con o sin sed, lo haría con la satisfacción de saberse Elizabeth.

Al desocupado desesperado


No me había preguntado cuán desocupada puede ser una persona. Y hoy me dado cuenta que esa palabra es difícil de usar. La que en realidad he visto es una persona desesperada.

Meditando un poco sobre el asunto, pienso desocupado es aquel que no se ocupa de lo que le importa. Un momento... más bien, de lo que debería importarle osea su propia vida... ¿verdad? No. Eso es impositivo, ¿quién soy yo para decir qué debe o qué no importarle a una persona sobre su vida? Que no esté de acuerdo, bien, pero juzgarla por no pensar igual significa intolerancia, nacionalismo, europocentrismo, hegemonía... homogenización. En fin.



Bueno, pero si a la persona le interesa la vida de los demás, y la vida gira entorno a las acciones que le dan de qué hablar... ¿porqué llamarle desocupada?


Pues bien, tal vez no lo sea... según su perspectiva, a pesar de que los otros sean libres de pensarlo. Pero de que es deprimente, es deprimente, ¿o no? Digo yo, tan poco valorará a sus amigos, a su familia, a su estudio o proyecto de vida único, que ¡todavía le queda tiempo para interesarse en las minucias de otras vidas! y preciso en la mía. (risa... no tan burlona.)

Digo minucias porque cuando uno crea un vínculo con una persona, lo más natural es que a uno le importe lo relacionado a esa persona. Tal vez no todo, no falta aquel que no quiere saber sobre los amigos de su pareja o su familia, pero al crear una relación de amistad o pareja se construye un círculo expansivo donde se comparten experiencias comunes. Donde al pasar el tiempo, más me importa saber qué sucedió con el grado de su hermano, con el viaje de su madre, con el perro nuevo. 

Lo raro del asunto es que esta persona tan "ocupada" venga a interesarse en quienes no tiene o definitivamente va de mal en peor un grado de relación. En quienes, desafortunadamente para ella, no le prestan la atención que quiere.

Creo que ahí está el problema. Porque entrometerse (dígase de una persona que se mete donde no le llaman, o se inmiscuye en lo que no le toca) en la vida de aquellos que odias para poder criticarlos y tener de qué hablar, demuestra un vacío de relaciones valiosas propias, de corazón, de creación propia y humana. Demuestra el vacío superfluo de una lengua floja y pendenciera. Demuestra una falta de autoestima grave ¿Quién puede considerar su voz como respetable cuando ha silenciado a los demás posibles hablantes con un tapabocas, o, peor aún, con un tiro?

Claro, todo depende del objetivo de vida. Los "enemigos" (si es que a uno le gusta sentirse en un absurdo campo de batalla) o aquellas personas con las que uno por algún motivo no puede entablar una relación aceptable, donde el mínimo respeto sea no hablar mal a espaldas de esa persona, también le enseñan a uno. Le influyen en sus gustos, sus formas de hablar y el hecho de que esté yo escribiendo sobre esto es influencia directa de la acción de una desafortunada personita desorientada. 

Desearía no conocerla tanto como para saber que compite con su madre para ver quién es más bella y que además debe soportar que su hermana menor la opaque. Pero éste no es el espacio  para venir a develar la vida de alguien (bueno al menos no del todo). Y a esa persona le digo sinceramente, LO LAMENTO. 


¿Qué lamento? No lamento ser quien soy, ni hacer lo que hago. Menos tener la voz que tengo o las palabras que de mi corazón salen. Lamento que tu libertad esté encadenada porque así lo has decidido. Lamento que mires la mía con tanto recelo. 

Puede sonar hasta hipócrita, pero no. Lamento que estés perdida, lamento el dolor interno que te lleva a vomitar veneno con la máscara de una satisfacción que esconde la intoxicación tan avanzada que la soledad ha dejado en tu pecho. Lamento que la vida no sea lo que tu quieres, y por ende lamento tu incapacidad para guiarla por donde quieres. Lamento que vayas a leer este escrito y vayas a reaccionar como siempre, poseída de una rabia ciega y propia que se limpia la sangre en los demás para no verse manchada. Lo lamento, no siento lástima. 


Finalmente, cada quien tiene la hermosa libertad de decidir su concepto de vida buena, de plan de vida y de todos los conceptos que haya hecho, tenga o quiera hacer. Y aunque no me parezca tu forma de vida, vívela. Igualmente tengo la mía y aunque tú no la respetes ni toleres, no va a dejar de ser mía. La diferencia es que a mí me da alegría ver distintas formas de vida, no me duele porque tengo muy segura la mía.