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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

Momentos Creativos
Fabro grafics

septiembre 20, 2012

Para el sello en el pasado

Me pregunto cómo nos reuniremos. La sangre tira y más la sangre sellada. En esta vida, parece que está alborotada. El mundo que conocíamos se nos ha puesto patas arriba y como receptáculos de lo que la mayoría desconocen sólo podemos soportar el cambio. 

Metro por centímetro, paso por metro. Regresamos a las huellas de un pasado más perfecto. El sonar de las arpas y los violines ondeantes se incrustan en nuestras memorias. La sinceridad recorre con la pasión los pasillos de una mansión de amor. Veo un lobo recostado en el prado, mientras una mariquita se pasea por el lado. Veo un paisaje rosa, de troncos gruesos. Veo unos cisnes en el lago del bosque. Veo unos cuadros y las canciones grabadas en ellos. 

Giga por bite, segundo por giga. El frío del concreto me aísla de la naturaleza anaranjada por el sol de una tarde alemana donde las hojas caen sin prisa. Fui arrastrada hasta este momento de frío e indiferencia que no cuenta con el consuelo de alguna naturaleza cercana. Veo dos seres humanos hablando. Veo unos edificios altos y pocos arboles al rededor. Veo una turba desorientada y veo indiferencia. Veo inconsistencia. 

Me refuto si nos reuniremos. Las líneas de las palmas se entrecruzan y se vuelven letras. Las horas se emparejan, el ocho con el ocho, el tres con el tres y el once con la chorrera de unos. 

Llevo en la mano un escrito que es liviano como el aire y que surco con una balsa como si navegara en la arena y mis remos fueran la pluma. Encontrarme con una disyuntiva típica, ya no me asusta, pero me mantiene atenta.

Y en este momento de tomar las ramas y los ladrillos para armar la casa en el árbol donde pueda refugiar mis auxilios, solo tengo un pincel y una sonrisa. El uno pinta un rostro y la otra le da vida. La cuestión es cuánto silencio recae en el cielo para hacer que la sonrisa no se convierta en un llanto insoluble. La cuestión es cuánto pesa la carga y cuánto alegra la vida. La cuestión es de lo mortal y lo inmortal.


septiembre 17, 2012

La reunión de los desconocidos


Dos policías arrastraban a un hombre moreno. Lo sacaban como si la multitud de la Carpa Electrónica del concierto de la Mega Movistar Fest estuviese pariendo a aquel tipo de ojos enrojecidos que sostenía un cacho de marihuana. Pasó al lado mirando sin rumbo fijo, fumando aún la última cola del porro, que alumbraba como un moscarrón disfrazado de luciérnaga. Cuando uno de los oficiales se lo arrebató y lo tiró al piso, el hombre refunfuñó.

No era una gran multitud de manos encontradas y ritmos constantes que suele aparecer en los conciertos pregrabados de grandes bandas de rock y que luce como papilas gustativas moviéndose de un lado a otro. En aquella carpa, donde ya había estado Natalia París con un penacho de plumas en la cabeza, tocaba un dj de mangas arrancadas y gafas de sol anchas, mientras que algunas personas bailaban electrónica queriendo creer que estaban en algún codiciado club de moda de la capital.

Un par de muchachos que parecían recién salidos de alguna adaptación teatral de la serie Doctor Who hacían una especie de paso que parecía el baile del pizco y por más que la canción fuera otra el paso permanecía.  A la derecha, unas adolescentes gritaban conmocionadas, a la izquierda, unos muchachos estaban de cacería o conquiste. Más adelante, una mujer de cabello tinturado de rosa negro y rubio, con piercings de colores fluorescentes en la frente abrazaba a otra chica de cabello diseñado en forma de piel de leopardo.

El parque Simón Bolívar estaba dividido con lonas blancas y verdes; el sol estaba cubierto de velos corredizos por el viento y seguramente desde allá arriba se habría podido distinguir no sólo las multitudes sino también los puntos naranjas y verdes fosforescentes que eran el personal de logística y los policías que custodiaban el parque.

En la carpa de siembra, una chica espantaba al público con una versión macabra de una canción de Adele, mientras su saliva caía en las mallas del micrófono. Laura Acuña, en vestido de baño de flores, era jurado musical del concurso. El público era en su mayoría gente que conocía a quienes iban a tocar.

En la plazoleta de comidas, sólo había comidas rápidas. Las filas eran de considerable tamaño pero se movían rápido. Las mesas y sillas eran plásticas. Un poco más al fondo había unos cojines en el pasto y en frente unos parlantes que trasmitían la programación de la Mega y el cubrimiento de los corresponsales ubicados en distintos puntos.

En el escenario principal, en el mismo lugar donde el año pasado RHCP hizo vibrar el parque, la multitud sostenía dedos inflables y los movía desordenadamente. Algunas muchachas sobresalían sentadas en los hombros de sus novios o amigos y otros trataban de tumbarlas con la “brillante” idea de iniciar un “pogo”.

La tarde llegó sin transición. El escenario recibió al reggaetón de Reikon, de J Balvin y de varios más. Las pantallas de video trasmitían a un público loco por aparecer un instante ante todos. Llegaron instrumentos, salieron. Entraron bailarinas con ropa ajustada y garotas de vikini imperceptible con plumas blancas en la espalda y la cabeza. Las luces jugaron con las nubes pintando blancos luminosos en el cielo. Rompieron las sombras, revelaron el polvo flotante en el aire y recrearon la estela de una estrella fugaz.

Pero al final, allí y todas partes, entre salto y salto el espacio vital se redujo al contacto involuntario de brazos, codos y manos ajenas. Personas feriaban trago, escabulléndose entre la gente como serpientes. Pisotones, empujones y algunas escaramuzas de irse a los golpes. Besos románticos, miradas atrayentes. Un niño de 11 años susurraba entre gritos “guaro, guaro” y detrás un adolescente decía que si había “bareta”.
Había gritos de ovación y caderas sacudiéndose, condones lanzados al aire como bombas. La gente bailaba con desconocidos y daba nombres falsos. La música sonaba estridente mientras que mi pie luchando por mantenerse firme se quedó atascado en una falda negra de prenses que estaba en el suelo.

septiembre 08, 2012

Hogar ambulante.

Apenas ingresó al cuarto sintió un temblor en sus mejillas. Era raro estar allí, es raro estar sin él.

No se atrevió a sentarse en la cama. Caminó hasta la mesa y vio la ruana doblada. Aún era suave. 
Evitó mirar el armario por miedo a ver alguna pertenencia desencajada. Las paredes pintadas por los niños se veían remojadas en la nostalgia. 


La otra persona no se movía, pero tampoco la dejaba sola en su recuerdo. Carraspeó tratando de desamarrarse de la tensión, pero el otro era inmóvil. Había frío. Salió del cuarto y entró a otro, pero nuevamente el otro no se movió. No era desconfianza, pero por algún motivo, el otro, aunque miraba hacia otra parte, olía cada uno de sus movimientos.


Tal vez un susurro hubiese bastado para soltar la lluvia de la ausencia. Pero el silencio no ayudaba, la garganta comenzaba a ahogarse en la sequedad de su tristeza. Vio que lo único que hacía falta en el lugar era todo, y que su todo, su hogar estaban en otra parte, lejos del cuadro que estaba observando. 

Subió tres escalones y el chirrido de uno de ellos le hizo girar a ver el baño. Recordó las pequeñas piedras dispersas en la despensa y buscó la bolsa de los eucaliptos. No estaban allí. Ingresó al cuarto y vio el dibujo sin terminar que él había hecho de su escrito. Una pista más de su ausencia, pero un paso más cerca de su presencia.


Por un momento pensó que el otro rompería el silencio para poner un alambre de púas entre ella y su deseo de doblar el dibujo y trasportarlo hacia el lugar donde aguardaba por su hogar. Pensó en que el papel haría mucho ruido y despertaría la ira del viento frío que quería dejarlo todo intacto. Pero recordó que ella también era dueña del ruido de aquella habitación, dueña de los dibujos de las paredes, sueña de la esencia de su unión. Pisó con firmeza y guardó el dibujo en su bolsillo. Sonrió. Después de todo se acordó que ella misma también era su hogar y que, sin importar el vacío de cualquier lugar, él siempre estaría adentro para pintar.

septiembre 04, 2012

04 Septiembre 2012. Lino.

Buenos días. Amor...He aquí tu regalo. Envuelto en tinta y señal... pero hecho con amor de todas formas.

Tal vez no tengas internet, tal vez estás lejos... tal vez el Destino lo quiera o no... pero aún eres el amor de mi vida... y siempre lo serás.

Comienzo por llenarme de los recuerdos. Necesito inspirarme. Entonces siento que estoy en nuestro cuadro lleno de recuadros y que la cama tiene la misma magia de obligarme a descansar con un salto sobre ella, reventando en risotadas. Veo las máscaras que alguna vez te dejé en un árbol, las velas de tu cumpleaños, un par de faroles, la figura maya de colores ácido ideales para un guayabo, la mesa que pareciera nunca puede estar desocupada, aquel tronco que ya no recuerdo cuando lo entramos, la pesa de 20 kg que a veces levantaba fingiendo que no exigía esfuerzo, veo los árboles, también los naturales, los pájaros y también escucho los que están en el segundo piso, veo el viejo punto de tiro al blanco destrozado y empolvado y veo su reemplazo con ramas y corazones.  

Tiguesito: No te veo. Y No te obligo a estar... hay mucho por decir... porque cosas sé... Sí, aún lejanas, pequeñas, de nuestro hogar tienes sólo, siempre, dejando en mis ojos y corazón, las llamas grandes del amor. 

Quiero llamarte, pero los teléfonos no tienen tono. Quiero gritarte, pero el viento me quita el oxígeno. Las canciones se enmudecen odiosas. Quiero nadar para encontrarte, pero el océano se llena de tiburones hambrientos. Las flores se hacen capullos de nuevo. Las abejas se encierran en sus panales. Los edificios me hacen horizonte más corto. Busco un autobús que me lleve y ni siquiera llega a Chicaque. Los muros se erigen más altos. Busco un helicóptero y me dicen que está muy ocupado monitoreando la selva. Me monto en lianas y éstas se rompen. Paso por el bosque y el fango me entierra sin dejarme pasar. Le pido a una lechuza que te diga mi mensaje y a la mitad del camino decide irse para la habitación de Harry, dejando sin vida mi mensaje. Las mariquitas vuelan, pero en 10 minutos se agotan y abandonan la tarea. Le digo al suelo  a patadas que me ayude y éste se seca y tiembla haciéndome caer. Le digo a la luna y ella te acapara olvidando mis palabras. Le digo al sol y brilla más y me insolo. Le digo al fuego y éste se convierte en humo y se disuelve coqueteando con el aire.Le digo al sonido y no vibra, se queda estático. Le digo al cubo y se encierra en sus 4 paredes. El círculo se convierte en esfera y sale rodando colina abajo. Le digo al volcán y tiene tanta pereza que sólo bosteza y se vuelve a enfriar. Le digo a la primavera y el invierno la calla. Le digo al cielo y las nubes se ríen lloviendo mientras me da una pulmonía. Los cubitos de hielo se derriten en los ríos antes de encontrarte...

Entonces, pienso quedarme en casa... resignarme con un chocolate con pan y dejar que los atardeceres me quemen la espalda. Saber que tu recuerdo por más intenso que sea, sólo mi mente deja. Pienso que tal vez tú tienes otros labios entre los tuyos. Pienso en que tu cuerpo ha nadado en otros sudores. Sé que es mentira, pero el mundo se encarga de repetírmelo por el televisor de noche y de día. Pero en el momento en que comienzo a sentirme sin aire y quiero respirarte, llega a mi ventana una lechuza con yogurt y te acusa de espantarla por miedo. Los árboles me susurran que el mundo el que está celoso de ti. Me dicen que te abandone y me vaya a otro reino a ser princesa. 

Pero me visto con mis botas aladas, tomo mi pluma y mi daga y con mi alma gitana retiro las piedras que quieren evitar mi caminar. Salto de un árbol a otro, pero una rama se rompe y me deja caer en el carruaje de un rey que al contarle mi deseo me hace encarcelar. Los guardias comen y aunque me hacen comer, comienzo a adelgazar en exceso por falta de tu amor. Los demás presos son ladrillos aplastados por su falta de fe, aplastados por su renuncia a vivir y su parasitismo amante de sobrevivir. Los príncipes del arcoiris descienden a mi celda y me imploran para que ceda. Se viste engalanados de seda, pero tanto oro me marea y no hacen más que recordarme tus pantalones de rayas hippies pavoneándose por las plazoletas en las mañanas perezosas. 

En ese lugar oscuro, y triste, me enraízo y ciegos están los demás. Los Perdona mi inconsciencia. Las castañas, mis tapones, me salen como lágrimas, por los oídos. Y están evitando que yo oiga resbalándose, mi pensamiento llamándote. Aparece en un rincón una ardillita, el mensajero con mangas en  rodadero de sus brazos y de pronto se posa en mis ramajes, mi cabello. Por mis mejillas, se escabulle en la nubosidad, como hilo de mis lágrimas, niñas evaporadas. Y sus intensiones traviesas, son susurros de que, emocionadas, las ninfas han dicho por ahí, que también tú un momento estás buscando, un beso. 

Un guardia la toma y la roba, pero no antes de que ella me haya dejado la llave de mi libertad, tu amor. Coldplay me manda a Japón a decirte que los amantes corren juntos y los soldados le ponen un poco de alma a sus armas, me dice que estás recibiendo cada granito de mi corazón pulverizado y lo estás mezclando con el tuyo para hacernos más grandes. Entonces mis pies se sienten libres, no necesito zapatos para cubrir mis plantas pues estas se posan suavemente en las hojas y todas las raspaduras sanan. Me siento gigante. El espacio se hace mucho más pequeño y el tiempo mucho más rápido. 

Un suspiro entusiasmado me delata y te dice (feliz día amor). Sé que lo escuchas, mi corazón me lo dice y todo mi cuerpo danza en tu nombre celebrando haberte encontrado aquel doce vagabundeando, coqueteando con mi mano. Gano respiraciones y años con tus sonrisas y mis carcajadas. Tengo el mismo vestido con el que bailamos juntos, con el que respiramos y soñamos juntos. "Quédate esta noche... quisiera..." Pero esta vez lo hago, en contra del reloj que nos decía que íbamos a domar tigres. Suenan unas campanas, alguien se está casando. Rezo porque sigas respirando y me permitas seguirte amando. Suena la pizza recién salida del horno, el queso derretido en el patacón, suena el maldito programa de precios que nos persigue en los almuerzos. 

Suena el universo y lo único que sigo sin oír es tu voz. Te grito con mi halo más grande que eres que eres que eres y que siempre serás. Que aún la confusión nos persiga con su látigo de ácido, tus besos son el mejor antídoto... y como no los tengo... simplemente los guardo en una cajita para cuando vengas a recogerlos.

Este espacio, el día Feliz de hoy... es únicamente día... para ti. Para el feliz ti que hemos hecho, vida para el mí logrado. Ningún final para el nosotros. cambio mis errores porque no es imposible si estoy contigo. Poco, mejor, nada, divide ni diluye en los mares extensos, vientos, distancias, aves, cubos, las esferas, que con miedo huyen de lo que no conocen. 

Nada más puede ser algo si está por fuera... porque todo lo que está afuera no es desconocido sino por conocer.

Y en el momento en que puedo poner un pie sobre todas las galaxias para acallar sus ruidos y encontrar tu vibración, me doy cuenta de que debo viajar dentro de mí. Mi garganta se cierra, mis pulmones no exhalan... pero allí estás tú... te veo dentro de la cárcel de mis costillas. Riendo por mi sordera. Siempre estuviste allí! en el lugar más grande y más único.  

Te pido perdón y regaño a mis oídos, más en el momento en que pienso que mi propio cuerpo quiere oponerse a que te abrace... él se tiende en el suelo y me permite pasar...

Gracias por querer cambiar el mundo conmigo... gracias por cambiar mi mundo.