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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

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noviembre 29, 2012

A la pequeña semilla entre la hiedra

Adquieres un brillo singular, cuando en la tierra árida, en la que nadie de verdad sueña, tu pintas tu cielo con la idea de volar. 

Quiero dedicarte unas líneas a pesar de la improvisación para enviarte entre el viento de tus instrumentos una nota sonriente, quiero darte un respiro para decir que la soledad que sientes y la ansiedad de saber si las palabras tienen hogar es una sensación que se recompensa con mirar al sol sobre las cabezas mientras el mundo no para de girar. 

Estamos en un momento infame, se promocionan, se prueban, se mezclan, se usan y se botan. Se unen etiqueta con etiqueta, se toman una foto ligera y se despegan dejando piezas de su imagen en los botes vacíos de contenido estructural y trascendente humano. 

No te pierdas en mis murallas narrativas, cruza la penumbra atento y ven a ver el lugar de los que sueñan despiertos. 

Estamos en un momento de ceniza, donde la gente baila sobre sus recuerdos y sobre sus ancestros. Qué claro se ve en tus pupilas el amor y la marca de tu familia. Cómo brilla tu pecho hinchado de gritos de alegría que ansías derramar sobre la vida. 

Tienes un corazón adiamantado  caminas, pisando la lluvia fundida, sin aceptar que has llevado pureza a semillas secas y te duele estar estancado en la vitrina de esta sociedad de feria. Quieres derretir el hielo de tu timidez, pero no quieres arder en la soberbia moderna que engomina los cerebros de la misma manera.

No te encierres en la comodidad del no conocer, busca las respuestas y arriésgate a conocer a tientas. Miras a los demás y piensas; sonríes tímido, aún, por miedo a no descubrir alguien que reconozca en ti tu esencia. 



noviembre 27, 2012

Testimonio de la mujer de cuatro décadas. III


III: Mi camisa de fuerza el enamoramiento de una ilusión.

Ese día me levanté de la mesa y salí de la cafetería con los ojos pequeños de las lágrimas. Él me siguió diciendo que era un simple ejemplo que no quería que yo me fuera y lo dejara. Pero ¿porqué no había querido aclararme que no quería una segundona en el trabajo?

Que me lo dijera por un ejemplo o no era para algo... ¿para pensarlo? pues sí, pero ¿para qué? sólo me dejaba dos opciones para decidir, o esperar a que él se divorcie o aceptar que me deje en la segunda repisa.

Lloré. Y dejé en mi almohada su recuerdo con el consuelo de recibir a la soledad de nuevo como una conocida.

Te llamaré. Dijo. Aún tengo la ansiedad de que lo haga y la absoluta certeza de que su juego me dejó enviciada a tal punto en que espero a que él me tome de nuevo, me diga que nada importaba, que todo va a estar bien, y que seremos lo que éramos sin miedo a seguir siendo.

Si lo hiciera, si decidiera bajar su ego a llamarme, aceptaría mi rol. Pero no lo hace y me quita las fuerzas para desear serlo. Me duele saber que espero tanto su llamada insistente y que si llega yo me humillo a decidirme a estar con él.

Me duele no su adiós, no sus palabras y su falta de tacto. No me duelen sus defectos, no me duelen sus espacios oscuros que aún no conozco. Me duelen que las promesas tengan el peso de un insecto, porque sus actos y la distancia me dejan tanto silencio para discutir. Me duele que sus pantalones no sean de cuero sino de lana. Me duele lo que veo, lo que no se parece a lo que anhelo. Me duele la luz de sus formas mórbidas. Me duele que no sea la imagen que me vendió. Me duele que no luche por engañarme y hacerme creer que es lo que yo quiero que sea. Me duele la idea que creé de él, de nosotros. Me duele la ilusión de cada latido.


noviembre 25, 2012

Testimonio de la mujer de las cuatro décadas. II

II: A la entrega


Te quiero me decía. Ambos comenzábamos a apegarnos. Pero, ¿cómo no? Estábamos tan unidos en un idilio de comprensión, que la ausencia de un impacto amoroso de primera vista no me importó.

Yo sabía a que estaba jugando, tenía las cosas claras, pero calladas. Pero él no aludía a nada más que "No quiero que sea un juego. Yo te quiero". También hablaba de que en nuestro trabajo la gente no tenía porqué saber de su vida personal, de sus problemas, de su soledad. 

Él con diez meses, yo con año y medio y después de un cine pues vino la propuesta. "Quiero estar contigo". Y finalmente iba a pasar. 

Sería más consuelo para mí decir qué mal polvo... pero todo lo contrario. Más difícil se me hace. 

Palabras de amor y actos de abandono que me aplastan por su acero ¿Porqué espero tanto tiempo? ¿porqué el café y el cigarrillo de la mañana me dejaron la ceniza y el amargo en mi garganta? Porque no sé si su ejemplo hipotético fue el comentario directo para decirme que sin serlo y sin decirlo era lo que era, la del domingo. La del corazón, pero del fin de semana.

"No quiero que te traten así, sólo quiero que lo pienses" Claro que lo había pensado, pensé, pero no pensé que me dijera eso precisamente después del momento en que cedí a sentir. Tantos que estaban detrás, tantos que perseguían eso, tanto que yo extrañaba ¿Porqué con el?

Me fui. No lo cacheteé por milagro. No lloré. No insulté. Sólo compañeros seríamos. "Sé que me odias, sé que no me contestarás, sé que no me hablarás, pero yo no dejaré de buscarte... porque te quiero."

Mi ansiedad era tal que la ira, la tristeza, la nostalgia del recuerdo y la esperanza ridícula se mezclaban en mi corazón y me daban ganar de cachetearlo y besarlo, al mismo tiempo, de matarlo y amarlo.

La confianza se me desbordó por las líneas del desespero. Lloré en silencio. Usada no es palabra, amada, tampoco. 



noviembre 23, 2012

0Testimonio de la mujer de las cuatro décadas. I

I : La mujer desesperada.

Él está casado y yo era su domingo. Aún no entiendo porqué se quedó recostado en la pared de cemento esperándome para saludarme. No entiendo porqué se quedó mirándome. No entiendo porqué, si hablamos tantas veces del tema, no  me lo dijo antes. No entiendo porqué con él.

No tenía contacto físico real con nadie y después de un año de divorcio, todo me hacía falta. La soledad... lo empuja a uno a poner como telón una sonrisa, mientras las lágrimas corren con las canciones que le hacen recordar un pasado más valioso. En ese tiempo, yo "salía" con un hombre, en realidad... sólo por internet. Más de una vez quedamos en vernos, pero como vivía en otra ciudad, imagino que las sábanas ajenas le pesaban para tomar un vuelo y comenzar algo más en serio. Claro que se dio cuenta, yo ya no tenía tiempo, no contestaba el teléfono. Pero con todo lo que pasó, no me interesa. Si el uno las perdió todas, el otro ya está naufragando.

Él hombre en cuestión, me refiero al de carne y hueso, trabajaba conmigo. Los horarios no eran flexibles, pero nos hablábamos. Normal, como cuando uno está entre compañeros y se molesta y se recochan, con muchos temas. Pero él era alguien interesante... No de los que buscan meterse con cualquiera, alguien muy analítico, serio.  

Yo no lo sospechaba, o no mucho. El día que me dijo que le gustaba y que quería tener algo conmigo también me confesó que era tímido. Yo también. "Puedes verificar con todos los muchachos que yo no me he metido con nadie; no quiero que esto sea un amor pasajero; no sabes lo bonito que es tener a quien llamar, esperar y decir te quiero", me decía. 



Nos fumábamos un cigarrillo con tinto de vez en cuando. Normal. Alguna vez me invitó a un café, por fuera. Era un domingo, nuestro único día de descanso. Después vino una cerveza, unas cenas, unos desayunos... citas domingueras. Esa era mi prueba de que en definitiva no estaba bien con su esposa. Eso me decía, y le creo. 

Las sonrisas aunque disimuladas en medio de los hombres que descueran a las segundonas eran un respiro en mis días de comidas para uno y los domingos eran nuestros rincones de películas, de dulces, cafés, cervezas y güarito.

El problema vino después... pero finalmente era inevitable, en algún momento iba a pasar.

noviembre 18, 2012

Preludio en cumpleaños

Hay una distancia que se acorta en fecha y pesa con los años que llega encima. Hay unos bultos que parecen jorobas sobre nuestras espaldas, sólo cuando no se sabe cómo cargarlos. Le llamamos cumpleaños y casi siempre antecedido por la palabra 'feliz'.

La madurez se conquista y la alegría no depende de la edad.

Muchos esperan ahogar ese peso emperifollándose, bebiendo y bailando con los que se le acerquen de turno. Muchos sólo queman las horas con un cigarrillo en la mano esperando apiñar en una noche toda la celebración. Otros se amargan por tener que ver personas que no les agrada y compartir un pastel, mientras la familia siempre desentona en esa canción, que al parecer la afinación se le ha perdido con tantas veces que lo han repetido. Otros prefieren aparentar un reforzado buen comportamiento, no saliendo, no diciendo, no haciendo, esperando a que los que los vigilan les den un aplauso o una palmada de aprobación.  Otros se sorprenden, otros se decepcionan.

¿Celebrar... qué? la lluvia de años, la lluvia de experiencia... o simplemente las cenizas del recorrido ¿Los regalos, la compañía, el éxito? 

Salir a la calle y sentirse distinto, seguir de largo y que los desconocidos piensen en sus vidas sin detenerse a felicitar a nadie. No hay un brillo especial que descienda en el cuerpo con el letrero de 'Hoy cumplo años'. Pero sí hay un facebook, un teléfono o una madre adorable que lo divulgan con cariño. Arreglarse para alguien, que a la larga no es más que uno mismo. Tacones o no, corbata o no, lo importante debería ser sentirse cómodo. Comer sin medida y aplazar la dieta otro día más, no falta quien aún en ese día se priva por angustia del qué dirán. Esperar una torta, un regalo, una llamada o simplemente saber que se habla con pocos humanos. 

Cumplir años y volver a nacer, con la misma o con otra gente. Cerca o lejos. De la misma manera que todos los años o siempre con una ansiedad de no saber con qué vendrá la fecha. 

Por el lado de los cercanos, osar a introducirse en la sorpresa y salir con una sonrisa a felicitar al bebé crecido. Reunir personas y mostrar que importa, o tan sólo hacer la carta más hermosa.

Celebrar... que tierno, que grato, que sorpresa, que esperado, que sentimiento de estar o no acompañado.

Para pasar al otro lado de la calle, el sol nos da la vuelta. Depende de nosotros si sólo miramos el camino recorrido, el piso o el camino que nos espera. 

De lo que me arrepentí, fue de cosas que hice, no que dejé de hacer. De lo que me arrepentí fue de cosas que hice tarde, pero no nunca. Ahora, no me arrepiento de nada, porque después de verlo, ya no hay culpa que se haya quedado sin yeso para aliviarlo. Siempre hay tiempo para arreglar lo roto, para mejorar el panorama que dejamos como estela de nuestros errores. Tiempo para pedir dos minutos y sacar las palabras aferradas en el corazón, con las mejillas rojas de pena o ternura y decir cosas por la necesidad de desalojar lo reprimido. Tiempo para enfrentarse a los leones mentales y domar los problemas, la timidez y la ironía. 

Otro año llega, con más plumas para volar más lejos. Con más besos para amar lo viejo y lo nuevo.

Siempre hay tiempo, aún cuando el reloj se detenga, aún cuando se escurran las vidas por el precipicio de sus hilos cortados. Aún cuando después de un año ya no sean los mismos, sin cambiar de nombres o de cuerpos, los que están a tu lado. Siempre hay tiempo para saberte un ser humano, amado por pocos, por muchos, por ninguno, por ellos... o por ti.


noviembre 05, 2012

Con prótesis de corazón.

Sin saber la hora exacta, el mundo se trasforma. El prestigio y la sonrisas mueren a bala porque la sinceridad y los sueños no deben germinar en este país de maiz y misa.

Cada historiador da su causa, pero los fenómenos no se estudian en el presente. Somos fenómenos de espacio gris y pureza corrupta en su seno democrático. Cultura sin espacio, sin tiempo, sin personas, sólo gente. 

Somos hijos de xenofílicos codiciosos, de materialistas, de intolerantes, de arribistas, de despreocupados, del internet y del ocio. Somos absurdos. Lo personal, cada vez más público y más manipulado, nos aleja de conocer el pasado para representarlo ignorantes y sonrientes frente a los errores. 

Una guerra nos despertaría? No. Vivimos en ella tan inmersos que sólo el nombre nos extraña. 

Los pensamientos críticos se expanden pero los ráfagas del silencio social los exilian a diálogos mentales. 

El futuro nos carcome las manos atrofiadas y cae vacío al suelo, mientras tomamos con carcajadas las prótesis del conformismo. El porvenir se nos resbala en la cara como agua que no podemos retener. 

El placer del presente nos mutila los sueños y deja que se destroces fugaces en el basurero personal. Empeñados en el conformismo, con la cadena perpetua a vivir muertos de la risa. Vivos y muertos... cagados de la risa sin ninguna diferencia.


noviembre 01, 2012

A mi querido amigo.

Aún cuando sea difícil y el viento del saber común te estire para que cedas, trato de decirte, si es que leerme no te da flojera, que eres libre de luchar por lo que deseas.

Es difícil escribirte, te lo digo sin que me preguntes, sabes que soy sensible a tus respuestas. No eres el caballero predilecto, sé por qué ya no quieres serlo, y aunque te opongas, veo de ti el lado tierno.

No sé si es que extiendes un manto desértico para que la arena cubra lo que piensas o a lo mejor es que mi imaginación pinta vuelos donde no hay viento. Pero algo, aquí dentro, me dices que ocultas lo que sientes y lo barnizas con una capa de indolencia unido a unas esferas flotantes de distracción.

Si es tu caparazón, me gustaría ser quien pueda ayudarte a que hables con luz y no susurres en las sombras, pero ignoro quién sea la precisa para esa tarea, así que sólo escucho ecos lejanos de murmullos e imágenes difusas que espero algún día quieras tú que yo entienda.

Sé que poco o nada te importa la parafernaria. Sé que te gustaría que te aborden cara a cara y te griten escuetamente lo que piensan cada mañana. Sé que lo que te digan puede serte indiferente y que eres una pared inanimada. Sé que puedes no leer, o puedes resolver que no te incumbe.

Pero no puede ser que mi vista sea tan mala. Te vi herido, te vi pálido, te vi con miedo y derrumbado cuando te faltó aire para no arrepentirte de ser osado. Vi el rojo de tus ojos reventando de ira contra ti mismo por no rodar por la arena y salir con excusas molestas. Te vi, dialogando contigo mismo. Y me viste ocultándome en tu misma máscara para brindarte esa confianza.

No puedo hacer más que animarte a tomar las riendas, a salir de tu hogar interno y buscar el camino para llegar a lo que anhelas. A lo mejor, soy aún más cobarde de lo que piensas y mi error consiste en no decirte mi experiencia. No puedo hacer más que escucharte aunque los monosílabos sean tus respuestas. No puedo hacer más que recordarte con un vacío de no saber cuál es el daño para ayudarte. No puedo hacer más que suponer lo que tu corazón grita que me impide adivinar el destinatario. No puedo hacer más que recordarte con nostalgia por representar un enigma que me aborda. No puedo hacer más que atragantarme con la casi certeza de que aún fuese obvio e inaguantable para ti continuarás siendo un mar de respuestas inciertas.