Entradas populares

Translate

Datos personales

Mi foto
¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

Momentos Creativos
Fabro grafics

agosto 07, 2012

Para la noche de una espera.


Perdí mi miedo.

Sólo 4 días… justamente cuatro. Pero ¿y qué si te veo por una pantalla? No importa si la cortina es naranja o es roja.

Me fijo en tus ojos… en tu boca. Siento un cosquilleo en la espalda y siento ese abrazo que de seguro estando aún dormido me envías suspirando. Te veo dormido, te veo despierto... te llamo... te amo. Fuerza y dedicación… siempre eres mi anhelo, mi inspiración. 

Claro que me falta tomarte, pero como alguna vez lo dije, lo que se recuerda era lo que esa persona era de verdad. Era, porque cambias, era porque eres construyendo, era y serás. No me oyes, no me ves… pero a través de las palabras te hago llegar los besos en fila y las caricias en vigilia. Te veo, te oigo, aún en la luna o en el sol redondo. 

Buenas noches, amor, ¿o buenos días debería decir? Mejor te beso de madrugada y con ello uno el tiempo en tu almohada. 

Piénsame si me necesitas y si no lo haces piénsame igual. No debo ser necesidad, pero si color. La vida es nuestro cuadro y los besos la técnica. Espérame, voy de a suspiros, de a palabritas, dando saltitos en los sueños, para encontrarme con tu cuerpo y tu boca sedienta.

El 3... a las 5 30.


Son las 5: 30 de la tarde. El taxi tiene espacio de sobra.

Me pregunto… ¿Qué estarás sintiendo? Ya estás volando… ¿Cómo estarán posadas tus piernas y cómo se sentirá tu espalda?

Estoy silencio… ¿por qué? Que estúpida pregunta… ¿con quién se supone que habría de hablar?... pero respondo. Creo que es porque aún no asumo la distancia.

He mirado la sarta de piedras que recubre mis muñecas, como de seguro tú ya lo habrás hecho también. Sí, en eso debes estar pensando. Debes estar oyendo mi voz en tu cabeza… siguiendo con atención las palabras que te escribí, tu historia sanadora.

Me pregunto si lloras ¿Por qué? … No lo sé.

Mi alma lo hace, pero mis ojos no. Ese último abrazo ronco y asfixiado entre mis pequeños sollozos repentinos, eso fue lo último. Sin embargo, creo, aunque no creo, aunque no sé, que lloraré después… cuando mi defensa se de cuenta que, tras días de sobrellevar sedado mi anhelo de verte, de mañana en mañana, llegaré el día en que lo acepte… no estás.

Por eso pregunto si lloras… porque temo que me lo escondas… Mas no puedo hacer nada aparte de especular… y de pensarte.

El día más duro será mañana, es seguro… Al pensarlo me duele y al nombrarlo la voz se me corta y no llego a terminar lo que iba nombrar.

¿Qué me dices de las manos unidas? ¿De la oración en la capilla? Hermoso… Dios te cuide…

22… L… Coincidencias grandes… tu edad, el cuatro, mi nombre. Me pregunto cómo te va.

Por ahora sé que mi silencio no es más que la cobardía de aceptar la distancia. Pero despreocúpate, amor, aún, en la intocable lejanía… sé que estás conmigo.

Descripción de Wil...

No supe su nombre, era algo que sonaba como wilrey… will algo. El hombre, no mayor de 50 años, tenía ojos pequeños, oscuros, que se movían rápidamente. Subió a la buseta, saltándose el registrador, sin dejar de sonreír. Era una sonrisa que hacía lucir sus orejas aún más grandes.
Saludó, animado. Supongo que fui la única que respondió su saludo, o al menos la única que lo hizo en un tono audible, evadiendo la búsqueda absurda de sentir que se hecho una “buena obra”. Sacó del maletín un pote plástico de tapa verde.

- Voy a pasar por cada uno de ustedes para que pruebe mi maní valluno, más bueno que un desayuno.

Tampoco sé si fui la única que sonrió por su ingenio sencillo. Por lo menos fue tan convincente como para hacer que yo, en contra de todas las costumbres medio paranoicas que los horrendos casos de inseguridad nos reafirman a diario, probara la pequeña muestra gratis que repartió por los puestos del colectivo. Era dulce, no empalagoso. No canjeable por un desayuno, pero sí una semilla de sonrisa.

Creí que continuaría ofreciendo su maní “100% natural y hecho en casa”, pero, de repente, habló de deleitar el espíritu. Entonces se abrazó a su memoria y, con su sonrisa levemente menguada, de expresión serena, recomendó a los presentes el capítulo 24 de la biblia del versículo 3 al 51.  El que trata acerca de la segunda venida de Dios.

Me sorprendió. No había estampitas con mensajes. Ni tampoco hacía la petición de ayuda para alguna fundación, que a veces resulta inexistente. Era sólo su memoria y su maní. Y para más sorpresa, no había un discurso con dogma. Más que sus palabras, era su mirada esperanzada y sonriente la que hablaba.

Es posible que su vestimenta influenciara mi percepción. Tenía un saco azul de rayas de colores, que aunque desteñido en algunas partes, estaba bien abotonado, con esmero. Tenía una postura recta y entradas prominentes en su cabeza, que anunciaban una calvicie tipo obispo. Lo sentía dedicado, optimista… sincero.

No me di cuenta en dónde se subió… y aún no lo recuerdo. Se perdió con el sol tostado y afilado que atravesó mis ojos. Se me perdió su sonrisa segura cuando se bajó en el centro comercial Galerías. Se perdió justo antes de llegar a aquel condenado trancón que a pesar de ser en hora valle, se forma por el arreglo de un carril del puente de la calle 53 con carrera 30.  ¿Se perdió? ¿O dejó atrás a los perdidos? 


Son tantos, y a lo mejor son más tantos de lo que nos imaginamos o quieren que imaginemos, que, sin que se pueda establecer en qué momento la costumbre los ha sembrado en el pavimento a aguantar la indiferencia del cemento y el hambre de éste, se tornaron en árboles ambulantes. ¿Fui la única que vio en él algo diferente? Tal vez que, siendo de carne y hueso, era su público, o todos sus públicos, el que lo convertía en un árbol más del pavimento bogotano.