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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

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Fabro grafics

agosto 14, 2011

"Al disparador de las balas más dulces".


¿Cómo está supuesto que se resolverá el asunto? Enciendo una vela cerebral y avivo su fuego con el suspiro de mi desconocimiento sobre qué siento. 

Es devastador no comprender por qué no puedo dejar de invocarle... llamarle en la oscuridad de mi rincón, susurrar su nombre en las estelas y las claves de mis oraciones. Cada molécula de mi cuerpo se inmola. Navegó en un mar anaranjado que raya en el horizonte con el dorado del sol. Estoy ciega por él... su luz no me ilumina. No concibo no ver sus pensamientos, pero infaliblemente se me refunden en la niebla de la incertidumbre y la sonrisa del macabro juego de la duda. Es una posibilidad. 

Me confrontan las voces de quienes me rodean. Construyen con un impulso benévolo y altruista una superficie temporal para que pueda apoyarme. Siento que con el fuego de su comprensión desaparece un poco y lentamente el frío que acompaña su ausencia. Se templa mi cuerpo para acostumbrarse a la nueva temperatura, como si me cobijara. Siento que mi andar se alivia. Por un instante, su imagen se congela y deja de trastornarme con sus miles de reproducciones, tan espléndidas, tan mosaicas, tan artísticas, tan humanas, tan cruelmente hermosas. Todo se torna más fácil, aparentemente. Es simple, porque me entumecen, con morfina duermo casi tan pacífica y perfectamente despreocupada como si apoyada en mis brazos mi cabeza permaneciera, todo sobre la rama plana de algún bosque encantado. 


Pero en realidad, todo se reduce a "no estoy mal porque se ha dormido el dolor". Se merma a "no siento". No siento el viento en el balcón; la tibia caricia en mi paladar de un poema amigable; mi propio llanto, invisible, pero tan latente como que soy sin lágrimas, con más dolor que demostración.

Por un momento logro sonreír, contemplar el mundo como camino que sostengo por delante, que dibujo con mis pies. Lo observo, pensando en lo que deseo formar con las herramientas de mi crecimiento. Pero en realidad, sólo es un momento donde como por milagro logro ignorar que camino (porque no sé si avanzo) a la luz mojigata de la incertidumbre entre los enramados de la confusión.

Palpita en mis palmas la sangre... la reliquia material del amor, el producto de la unión corporal y la materialización de un alma. El líquido que humecta el amor... la esencia de nuestro corazón, de nuestros motores. El ritmo de nuestros pensamientos y deseos. Entonces, con sólo percibir el olor zozobroso de la luz del mundo de mi cuerpo, se retuercen mis glándulas y mis nervios despiertan gritando desgarrados. Seré sin lágrimas, pero no sin dolor, porque no hay peor dolor que no ser capaz de sentir dolor, de doler sin doler, de doler y no poder materializar ese dolor con el soberbio ataque del llanto. 

Todos los cimientos que terceros procuraron levantar, se van desbaratando; con la misma rapidez que mi sonrisa se mancilla y entre sus grietas deja relucir el borde levantado de esa máscara sonriente. Se divisa el color pesaroso de mi verdadero sentir. En el esfuerzo más sensato, lanzo la red de una mentira al mar muerto de mi lógica; y con una voz enrarecida por la máscara que deja trasmitir el mensaje, sostengo que pronto pasará, que no me lastimará más que de lo que me he lastimado yo, que más temprano que tarde habré aprendido la lección sin salir tan dañada profundamente, tanto como para recordar su presencia y sus efectos eternamente. Que desesperada e inocente falacia. No es más que la desvalida onda de la piedra que cayó en el agua, el impacto, del agobio y la presión de haber perdido el gobierno.

No necesito consuelo porque es ineficiente para lo que por propia voluntad he astillado con tanto fervor y pasión. Aquellos, desconocidos de nuestro nudo, conocidos de mis manos, remilgan, nadando en contracorriente. Reman para rezagar el agua y evacuar la inundación, mientras que con un movimiento sinuoso, en una pequeña ola, el agua retorna para posesionarse de lo que ya le había pertenecido... todo.

Procurando no despotricar de los intentos fallidos, de los salvavidas desinflados, lanzo el suspiro concluyente. Reposo sus derrotados argumentos en mi pecho y les envuelvo en el abrigo de mi bienestar mediocre, invencible, persistente... casi parásito. La moral no puede ser levantada al intentar seducir con el argumento de : "podría ser peor" ¿Acaso no es más deprimente pensar que ni siquiera para sufrir se es suficientemente bueno?

Entonces me poso en el hilo que une mis abismos, en el lapso entre la tranquilidad y la angustia, entre la ansiedad y la paciencia. Reprimiendo y carbonizando a la vez, a la una con la otra. Atacando con mi brazo izquierdo mi mano derecha y respondiendo con el mismo movimiento inverso. No hay clavo, hay hoyo. No hay madera, hay corazón. No hay martillo, hay besos ¿Quién habría adivinado que, aparte de artículo, también podía ser bala? Orificios donde él se enardece. Orificios perforados por la dulce caricia de unos labios, por el aliento de unas palabras. Perforaciones que sostienen como cuadros de un gran artista, todas las imágenes que decidí mantener en una exposición privada sólo para nosotros, sin reparo de cantidad o calidad... Imágenes que decidí me arrinconan al borde de sangrar por gusto... de sangrar y abandonarme a su sentido del gusto.

2 comentarios:

  1. no entiendo como haces para adivinar espacios, momentos y relaciones.

    un beso con sabor a algo especial

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