A decir verdad, las cosas siempre se habían mostrado igual. Qué podía ser diferente esta vez, se preguntó Linda que aguardaba en una mesa de un restaurante, alejado de la capital, pero con una vista de la enorme vegetación pavimentada.
En su interior, le reconfortaba encontrar esa chispa melancólica tan a la raya. Su conciencia y ella comenzaban a llevar una relación comprensiva y mas sensata... ¿madurez? No necesariamente. Era más que posible que en cualquier momento explotara de nuevo una de sus válvulas de escape
Alguna vez se le había pasado por la mente tantos pensamientos tan tortuosos que las marcas de su propio exilio seguían ahí, blancuzcas en la parte más blanca de su antebrazo izquierdo. Y qué. Al fin al cabo, aunque estuvieran allí expuestas ante si... eran casi imperceptibles al rededor. Sólo se mantenían allí como un aviso reprochante.
Es increible como la presión ha desaparecido, es como el silencio con aire solemne de la victoria tras la guerra ¿O la calma antes la tormenta?
Disfruto el instante porque sé que viene cargado de sensaciones, sólo espero que los agentes externos de mi vida no me cohíban de proseguir.
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