Las agujas se trasportaban de derecha a izquierda por el reloj. La ansiedad era el premio del descuido y la trompeta de bienvenida a las posibilidades. De verdad está tan mal? No lo sé. Arrebatos me poseen para destrozar mi autoestima con comentarios, opiniones y discriminación social. La piel me hace alejarme de los demás. El dulce me tienta. La consciencia no se digna más a tratarme porque no vale la pena hablar con mi estupidez. Dónde está la felicidad, adentro? afuera? en el cuerpo? en el alma? con él? complaciendo a los agentes de mi desorden corporal?
Me hallo en una carrera depresiva, vertiginosa, camuflada por las sonrisas, los planes familiares y una vida normal. Un problema que para los demás es un cuento y para mi una realidad, la culpa del chocolate y la frustración después de desaforarse y las risas burlonas que desestiman mi preocupación.
Lanzo gritos de ayuda con marcas en mi piel, con mis pómulos roídos y con los ijares de mis costillas. Estoy en una burbuja antisonido que ha sido construida por mis complejos y los ajenos, porque no hay comunicación y meno comprensión, porque sólo hay caras largas de decepción.`
Quién me escucha... Sólo él, mi corazón. Sólo él entiende porque sabe, siente y me conoce. Entonces me mira a los ojos, me seca las lágrimas y me abraza. Como quisiera poder olvidar todo cuanto me aflige, pero la presión, el dulce, la comida, la gente, la inspiración y mi gordura siguen allí. Es posible que el amor nazca? Quiero amarme a mi misma, pero nadie me ayuda porque tampoco estoy pidiendo ayuda como debiera. Porque mi voz no es más que evasivas y mis ojos se fijan en los alrededores para que los demás no adivinen los intentos tortuosos de estar delgada.
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