Más allá del traje. Cosplay en el SOFA 2012.
Por Linda Patiño
I: Viernes 26 de octubre
No
había mucha fila en la boletería. Tomé el tiquete verde del día viernes y
después un muchacho de chaleco naranja lo rompió por la mitad. Con eso, ya
estaba dentro de Corferias y por las próximas siete horas estaría allí,
recorriendo pabellones sin poder ir a buscar a alguien fuera o ir a comer algo
económico.
El
SOFA, Salón de Ocio y fantasía, es un evento, que lleva haciéndose desde hace
cuatro años, que expone diversas posibilidades para el ocio y la fantasía en el
tiempo libre y que se caracteriza por reunir la mayor congregación de Otakus
colombianos.
Otaku
significa fanático a algo. Hay, Maho Otaku, Train Otaku, Omocha Otaku, Gore
Otaku, Yuri y Yaoi Otakus, Geemu Otaku, Pasokon Otaku, Manga Otaku… etc. Es
decir, fanáticos de películas, libros o animes fantásticos y de hadas; a
trenes; a figuras de acción; a contenido sangriento; a contenido homosexual; a
videojuegos; a ordenadores y consolas; a mangas… entre otros, respectivamente.
Su concepto es herencia de la cultura comercial nipona y llegó curiosamente a
Colombia con el nombre de Otaku, a pesar de que en Japón es un insulto y se
reemplaza por el término Akibakei. La primera imagen que llega cuando se oye
“Otakus”, si es que llega alguna imagen, es un grupo de jóvenes medio locos
disfrazados de personajes de ficción y dibujitos animados. Esos son los
Cosplayer, en algunos casos cuando cambian el género del personaje son los
Crossplayer, una clase de Otakus que realizan manual o industrialmente el
costume y el vestuario de un personaje determinado y lo exhiben reuniones y
convenciones determinadas.
Atravesé
la plaza central con la cámara alrededor del cuello, retratando algo de esta
cultura que gracias a la globalización se ha vendido como exótica en el
“exterior”; y con el sol en las dos de la tarde, recogí los rostros sudados de
algunos cosplayers a lo largo de la plaza.
De
las primeras fotos que tomé, fue a una mujer vestida de japonesa antigua,
maquillada impecablemente. Sonó su celular y contestó. Ni aún así dejaban de
tomarle fotos. Ni siquiera cuando estuvimos comiendo, los fotógrafos, algunos con
cámara profesional, otros con celulares, no dejaban de capturar a los
personajes de distintas series con un bocado grande de una hamburguesa en la
boca.
En
frente del museo de Mario Bros., a las afueras del segundo piso del pabellón 8,
encontré a Miguel, un muchacho de 18 años, de ojos miel y pelo castaño hasta
los hombros, que es conocido en el “mundillo” como Lundumost. Lo había visto en
el G-ton japan party de agosto, tenía fama de ser un vampiro y de ser, en
chiste, la reencarnación de Jesús. Estaba con un delineador negro corrido en el
borde de los ojos y su expresión cínica se plasmó en la pantalla digital de mi
cámara.
“Viniste”
Me dijo. “No te ibas a salvar de mí”, le contesté, refiriéndome a la entrevista
que tenía pendiente conmigo. Por mi espalda llegó Camilo, un otaku gore que se
identifica como la reencarnación del dios nórdico Odín y que dice que puede
transformarse en lobo. El vampiro lo miró con desprecio, quedó en llamarme
luego y se fue con toda su manada de guardaespaldas mal mirados detrás. Nunca
sucedió.
En
el primer piso, estaban la mayoría de cosplayers que habían huido del sol.
Encontré a Daisy Peña, de veintidós años, cinco como cosplayer, vestida de
Sailor Moon. Le tomé una foto y momentos después perdió el brillante de su
cetro y desde el piso, buscándolo, me contestó cortante. “El cosplay es la
interpretación de personajes de ficción, pero yo no tengo que dejar la realidad
de lado para hacerlo. Tengo un trabajo, una familia, un novio, hago deporte,
oigo música y hago coplays como un rol más en la sociedad”.
Seguí
caminando y luego Katy Martínez me dijo “No faltan las personas que no
entienden lo que hacemos, creen que somos unos asociales, inadaptados, y lo
dicen como si su forma de actuar fuera la única conveniente para la sociedad.”
Mientras me hablaba se arreglaba la calaca de cabra miniatura que tenía en su
cabeza sobre el velo negro que le cubría la mitad del rostro. Me explicó como
profesora a niños de kínder “Hacer cosplay no sólo es ponerse un traje, sino
que también es representar al personaje escogido. Por eso, debes conocer la
serie, el personaje, sus gustos, sus gestos y disfrutar lo que haces”
En
stand de GTO Medios, organizador del G-ton Japan Party y el medio más destacado
en cubrimientos del mundillo, encontré a un excompañero de colegio y exnovio de
una amiga de viejas épocas. Juan Pablo Castilla, vestido de británico
inaguantable, de peluca roja, gafas y bandera de Inglaterra hasta en los
zapatos. Actuó como su personaje ante las cámaras y luego me saludó, sudando.
“Hacer cosplay es un hobbie divertido. Quien diga que es un estilo de vida está
muy equivocado. Esto no te da para vivir. Es algo para disfrutar pero que tiene
sus límites.” Alguna vez fue al colegio con una katana afilada y se puso de mal
genio con alguien y lo amenazó, desde ahí lo tildaron de loco. No sé cómo no lo
expulsaron. “Es una actividad divertida… ¿Evadir la realidad? ¡Eso es
imposible, porque ella sigue ahí! Tal vez burlarse de ella… y a ratos. Aquí soy
un loco británico, pero afuera soy un profesional con amigos, novia, familia,
carrera y trabajo”.
Recorrí
los stands comerciales. Un gorro, de estilo peruano, de Goomba, hongo perverso de Mario
Bros. estaba en sesenta mil pesos. Algunas cosas se repetían de unos a otros,
pero se encontraban los artículos originales de la mayoría de series que alguna
vez vi en mi infancia. Unos guantes de sakura, peluches de las guerreras
mágicas, las esferas del dragón. También artículos de películas, espadas de
Jedi, varitas de Harry Potter y accesorios para cosplay de Avengers.
Brayan
López me miraba como una gárgola de mármol. “El cosplay es la interpretación
del personaje con el que nos identificamos. Se diferencia del disfraz por
histriónico, que significa la interpretación de los detalles y la
interpretación del personaje.” Cuando pregunté si alguna persona se había
opuesto a su afición se rió jorobándose y escondiéndose detrás del pelo. “No
del todo… Uno es un lava-cerebros ágil y hace que a los demás les guste lo
mismo que a uno… y si no pues, se le busca el género de anime que se acomode a
cada quien. Yo me daba mis mañas. Aún vendo, comparto y multiplico las
aficiones, claro, con el interés oculto que los demás se contagien de este
mundo de aficiones”. Juan Daza replicó “A mí si siempre. Muchas personas de mi
universidad y de mi familia me decían que dejara de ver tanto anime, que
buscara novia. Es algo curioso, todavía me lo dicen porque creen que si consigo
novia, dejo de ver anime”.
Cuando
me dirigía al parque o zona de juegos, una versión pobre del guasón se me
acercó, hablando en adivinanza. Era alto de estatura, tenía los ojos saltones y
la boca pintorreteada de rojo. “¿Sabes cómo me hice esta sonrisa, Linda?” Puse
a mi amiga de escudo, riendo nerviosa, cinco años sin ver a Daniel Andrés
García. Nos siguió por más de una hora, trató de abrazarnos en varias
ocasiones, e insistió en tomarse fotos con nosotras. “¿Van a venir mañana.. Y
el domingo?”
II: Sábado 27 de octubre.
“Si
quieres venir con nosotros tienes que hacer un cosplay o algo. No nos vas a
juzgar así no más” Víctor Manuel García me mandó a buscar personaje desde el
día en que le dije mi tema de crónica.
Mi
maleta había resultado un estorbo, el sábado llevaría un bolso artesanal de
búho que había comprado el viernes y una chaqueta para la noche. No iba a
aguantar frío con el vestido.
La
semana anterior al SOFA 2012, mi madre y yo habíamos modificado el vestido de
elfa tres veces y sólo ese 27 de octubre las rosas plateadas de la tela azul
cayeron como debían por el escote triangular del diseño. El maquillaje se
demoró una hora y las trenzas para la parte superior de la cabeza salieron más
rápido que hacer rulos con el resto del pelo.
Iba
a llegar tarde a las conferencias y mis colaboradores ya me estaban esperando.
Sabía que tenía que hacer las orejas desde antes. Colombianada de última hora
¡Tonta, confiada! ¡Que orejas de elfa tan horribles! Planeaba salir de mi casa
a más tardar a las diez de la mañana, sólo a la una de la tarde lo logré.
No
llevaba ni dos cuadras y los taxis pitaban, la gente miraba. Ahí iba una elfa
andando, con trenzas, vestido, piedras naturales y pseudorejas. Después del
comentario desentonado del taxista, llegué una vez más a la entrada de
Corferias.
Estaba
mucho más lleno. La fila de la boletería alcanzaba la mitad de la plaza. Por fortuna se movía
con rapidez. Dejé de contar las miradas cuando llegaron a cincuenta. La chica
que me seguía en la fila me miraba emocionada. Por lo menos dudo dos veces en
hablar. “¿Todo lo hiciste tú? ¡Es increíble!” No. No lo sentía increíble. Pudo
ser mejor. Evité continuar la conversación, compré la boleta y avancé
acelerada.
Juliana Chauta me esperaba después de que
nuevamente el muchacho de chaleco naranja rompiera la boleta, esta vez blanca,
por la mitad. Se acomodó el chaleco de cuero negro con capota, las gafas estilo
cyber punk, la corona de cartulina negra, las alas de plumas negras en su
espalda y sacó un arco de madera sin flecha. Era el cosplay de una carta de
magic : “La resurrección de los muertos”.
No hay más de 3 metros de baldosa entre el
punto de entrada y el pavimento de la plaza de Corferias. Y en cuanto llegamos
juntas, una epidemia de camarógrafos nos acorraló. No habían flashes, pero para
eso estaba el sol. Picaba en el metal de los artefactos y saltaba hacia
nuestros ojos. Un camarógrafo se
retiraba y otros dos reemplazaban su lugar.
Un paso, foto; otro, foto; otros
dos, foto con un desconocido; otro, foto solas. Tardamos cincuenta minutos en
llegar a las banderas. Víctor tampoco podía moverse, después de mes y medio de
trabajo una de las alas de su cosplay, que había hecho con partes de una maleta
de rodachines vieja y un sistema de polea, estaba rota.
Ése no era Víctor, era el
estúpido y sensual Tsukune de Rosario + Vampire, convertido en una bestia negra
de tizones rojos en los músculos, piel negra, cabello gris y ojos amarillos. “para mi el
cosplay es volver a ser niño, es el tener el privilegio d poder ser tu
personaje favorito. Es una forma de soñar, me encanta interpretar a mis
personajes favoritos, jugar a que soy ellos y lo que más me gusta es crear esa
ilusión de que lo soy y hacer a la gente partícipe de esta misma ilusión. Esto
no borra la realidad, la complementa y la hace más divertida”.
La procesión
se hizo aún más larga. Aún dentro del pabellón, las fotos nos hacían marionetas
con movimientos lentos. Daniel Andrés García asomó su cabeza por ahí y gracias
al envolate logramos perderlo una vez más.
El viernes,
Alejandro Barahona, conocido como Asuma de GTO, me había hecho el ofrecimiento
de trabajar en conjunto y llegué al stand. Dejé mi abrigo y mi bolso y le ayudé
a trasportar los cables y el portátil para hacer la trasmisión por stream.tv. Gracias
a Alejandro aprendí la técnica de evasión de fotos. “Ya un momentico, es que
estoy ocupada”… ¿Dónde lo van a encontrar a uno? Y gracias a su técnica, llegamos
al Teatrino Rojo cinco minutos antes de que finalizara la premiación a estilos
alternativos y comenzara a hablar Megan Marie.
Después de
que sus sesiones fotográficas como modelo se hicieran cada vez más temáticas, Megan
Marie, inició en el mundo del Cosplay con el traje de la mujer maravilla y el
de Lana de Superman. No supo que era cosplay hasta que llegó a una convención
otaku y se enamoró de ese mundo. La cosplayer profesional, fue la invitada
especial al SOFA de este año y aunque la traducción fue pésima, los mensajes
fueron claros para la mayoría. Le preguntaron de series y de trajes, los más
famosos son el cosplay que hizo de Gears of War, y el crossplay de Two Face del
comic de Batman.
Cuando
abrieron la ronda preguntas del público, me avergoncé de su cumplido a mi
traje, tan pronto recobré mi carácter periodístico, formulé mi pregunta. Su
respuesta hizo que resonaran varias exclamaciones de asombro. “El cosplay es
algo que me apasiona. Me dio la oportunidad de conocer a los que son mis
mejores amigos, de viajar por el mundo, de ser recursiva, pero lo soy muy
tímida, muy mala actriz. No conozco a nadie que viva en una fantasía sin saber
de su realidad. Y yo nunca me he perdido en la ficción porque disfruto haciendo
la apariencia de mi personaje, pero no me gusta actuar, no soy él”.
Dijo muchas
cosas, pero hubo algo que fue abrumador para nosotros, los periodistas, que
podíamos considerarnos extraños. “El cosplay es inherentemente social. Los
asociales cosplayers son un mito”. No hay forma de que los que asistan a las
convenciones no quieran ser reconocidos y queridos por ellos y por sus
personajes. “Somos amigables, solidarios
y participativo, sólo usamos nuestro tiempo libre en otras cosas distintas a
las usuales”.
Mientras se
organizaba el concurso, Alejandro, Asuma, me preguntó. “Ya que tú lo hiciste,
¿Qué les dirías a aquellos que nunca han hecho cosplay para que se atrevan a
hacerlo?”
Yo también
me sentía diferente ¡Viva la filosofía del por qué no! Nos soltaron el
micrófono y mi punto de vista inexperto interesó a los treintainueve
espectadores del canal.
Para cuando
pasaron los concursantes de Cosplay Mascarade de este año, me llamaban elfa y
no por mi nombre. Atendía de igual forma. Las presentaciones fueron
ascendiendo, los malos actores quedaron atrás por los cosplays con un trabajo
impecable, Samus Aran, Iron Man, Depredator y otros tuvieron sus representantes
dignos. Pero hubo un ganador prematuro. El último cosplayer subió a la tarima,
con un vestido blanco imbombo, su presentación no era de gran puesta en escena,
pero de repente, detuvo su acto y dijo “Esto es para ti, Milena”. La mujer, una
morena alta, vestida con camiseta de Mafalda, subió al escenario ayudada por
los coordinadores. La emoción del hombre era tal que no la veía porque estaba
de espaldas al escenario buscándola entre la gente. Se arrodilló y sacó un
anillo de compromiso. Los aplausos se reventaron en el aire y la mujer lloró.
Carlos, el productor de GTO nos miró. Todos estábamos conmocionados, Alejandro
y yo con nuestras parejas a lo lejos y sueños hermosos. “¿Ves?” Me dijo. “La
gente cree que somos asociales y solterones por siempre… es difícil encontrar
la persona indicada. El ya es de por sí un ganador”.
III: Domingo
28 de octubre.
El domingo organicé mis notas. Me levanté a las siete de la mañana,
desayuné y mi madre me sorprendió con unas nuevas orejas. El látex estaba
cubierto por aluminio repujado en arte ruso, tenía unas cadenas y unos detalles
de pedrería muy bien hechos. También el
peinado cambió y hasta un brazalete, también de aluminio, se unió a la causa.
Como el evento era zanahorio y había durado hasta las ocho de la noche,
logré tomar un taxi y llegar a mi casa sin mayor problema. Sin trancón, el
taxista me contó en quince minutos más cuentos de fantasía que los que he oído
en estos seis meses. Duendes, hadas, diablos nombrados con misterio. “No crea,
niña. En esta época, ¡hay muchas cosas que salen como son y uno cree que es
disfraz! Hoy la vaina va estar tenaz.” Y en la mañana del veintiocho, las
calles estaban solas.
Mi guía principal, Víctor, tuvo que adelantar un trabajo con urgencia;
otro, David, tuvo que acompañar a su madre a hacer diligencias; otro, Daniel,
tuvo el cumpleaños de su primo; y otro, Germán, tuvo trabajos que hacer. La
única que quedó en pie fue Juliana.
Cuando llegué, esta vez con un tiquete morado roto por la mitad, ella estaba
con un cosplay de una colegiala guerrera con katana y abanicos, subida en un
toro mecánico en el que no duro más de cuatro segundos. No le prestó atención a
mis orejas. “¿No son las mismas?”. Falta de detallismo, ¡carajo!
¡Por fin! Pude recorrer la feria completa. Esta elfa bailó, pseudo tocó
gaita y tiró flechas. El mejor halago del día lo hizo un integrante de la aldea
medieval de Pendragon. “¡Tienes puntería de elfa!”
Quería ver los Cosplayers Elite ¡Ya! Si los Mascarade eran tan buenos,
no podía imaginarme el nivel de profesionalismo. No sin dudarlo un poco,
abandoné la aldea medieval.
La técnica de evasión funcionó repetidamente sobre todo con los morbosos
que les gustaba acercar sus manos a las cinturas de las cosplayers. El teatrino
rojo, no era el único escenario, pero los temas de cosplay estaban dirigidos
ahí, estaba repleto con la presentación de grupos de baile de K-pop. Juliana se
perdió entre la multitud, mientras yo logré llegar a la parte de enfrente y
tomar algunas fotografías a la multitud que coreaba y bailaba con los que se
presentaban.
El evento de Cosplay Elite debía comenzar a las dos y cuarenta y la
premiación a las tres. Eran las tres y diez y hasta ahora acababa de
presentarse el último grupo de baile. Tenía que estar allí. Valía la pena, la
espera, el sofoco, todo. Los organizadores ubicaron a la gente detrás de una
cuerda y la gente se fue sentando y pasando la cuerda por encima para hacer más
espacio. Quedé atrapada al lado de la pasarela, pero con ángulo de visión
suficiente como para no perderme el espectáculo.
A las tres y cuarenta salió el presentador con un cosplay de Assasin´s
Creed mandado a hacer, muy regular. El cosplay, por lo menos para Megan Marie y
para muchos cosplayers que conocí se hace con la creatividad y manualidad
propia buscan forma y no función. Eso hacía los cosplays de Mascarade tan
increíbles. Tuercas, argollas, tapas de baño, empaques todo con ayuda de
pintura e ingenio puede servir. Luego
llegó una Suicide Girl, modelos tatuadas, y hablaron cosas sin relación al
evento durante veinte minutos más.
El público comenzó a chiflar. Coreaban “Cosplay, cosplay”. Me moví
buscando la posición más cómoda. Los de al lado también y todos tratábamos de
acomodarnos sin molestar al otro.
Lina Osorio, de 24 años, cosplayer desde hace 5, se rió de una
periodista que llevaba un gorro de zorro y no se sentaba por tomar fotos. “La
gente ni sabe. Inventan. A Juan Pablo Castilla lo entrevistaron los de Taboo”.
Alejandro, de GTO, también me había preguntado sobre eso. La hostilidad hacia
la ridiculización de sus actividades era notable. Lina siguió. “Siempre dicen lo mismo. Otro
mundo… Pues, sí, es un hobbie… una manera de escaparse de lo que se hace en la
normalidad y divertirse. Pero nadie deja de ser por estar en esto… o pues, no
creo ¡Es un mito! No conozco a nadie que haya llegado a ese extremo. Yo lo veo
como un hobbie que me divierte mucho.
A las cuatro de la tarde, ya se había ido gente, pero esperado lo más,
esperar lo menos.
Entregaron los premios de Mascarade, y la sorpresa elite nada que
llegaba.
Llegó el tan esperado maestro Carlos Alberto Espitia. Nadie lo pudo
creer. Su cosplay tenía al menos ¡metro y medio de ancho! Era una especie de
astronauta gigante, con luces y propulsor. Un nivel muy avanzado. Una chica que
venía detrás era parte de show. Cosplay de Bloshock 2. Pero, entonces, el traje
no lograba subir al escenario, tampoco la presentación se podía hacer en el
suelo. ¡Súbanlo, álcenlo! ¡HAGAN ALGO!
Muy a pesar de todos. El maestro no pudo presentarse. El hombre estaba
sudando dentro del traje, por lo poco que pude ver a través de la abertura del
brazo de su máquina tiene aproximadamente cincuenta o más años. “El cosplay es una pasión” dijo sofocado,
bañado en gotas que parecían lluvia directa sobre su cara.
Hubo abucheos, el público fue muy exigente. La presentadora se quedó
muda con la situación. Los organizadores dieron por terminado el evento y todos
salimos con un sin sabor imposible de expresar.
Regresé al stand de GTO y el
concurso de cosplayers me animó. Se trataba de imitar los movimientos de uno de
los presentadores del canal. Recorrimos el pabellón ocho al menos una diez
veces hablando en japonés, con Browser, Linterna Verde, Kakashi Sensei y una
niña de Visual Kei. Le pedimos, cada uno a su forma, a Atena que nos eligiera.
Los concursos pasaron. Treintaiocho
solicitudes en Facebook llegaron.
Pude volver a la aldea. Pendragon
estaba iluminado por la luna llena. Los escudos celtas estaban expuestos, la
tienda estaba rematando. En la arena de juegos estaban sus guerreros. Retadores
del público forcejeaban con los caballeros que una vez más recorrieron toda la
feria condenado a los herejes y sujetándolos con los grandes maderos. Hubo
combates con acero, tambores, escudos, violines escoceses, armaduras y arcos.
La gran procesión celta se despidió del SOFA 2012 y de cada personaje,
personificando, gritando y cantando.