Ya va
de corrido el mismo tiempo que iba durar ausente, cuando las margaritas y los
eucaliptos aun sin flor parecían emitir aromas audibles en los atardeceres. Y
ahora hasta las fotos sorprender por soportar intactas el paso de los cambios.
El
tiempo y el silencio intermitente le dan a su recuerdo un aspecto lozano que a veces
llega hasta a convencerme a mí, que he visto lo degradada que está su
personalidad.
Con
sinceridad, él se adhirió a la mentira perfecta y es difícil evitar comparar
las realidades con eso. Logró adaptarse lo mejor que pudo a lo que yo quería
ver. Un Te Quiero, ajeno, por su parte y por la mía, fueron suficientes para
dar por terminada la relación parasitaria y cortarle el ombligo a la farsa.
Yo no
me arrepiento. Un adiós que libere, aunque cumpla casi ya seis meses, me deja
la cosecha de algunas libertades más sinceras y menos pasajeras. Pero, sí, el
tiempo y el silencio intermitente sugieren primas diversos y resulta odioso
caer en ellos, pero parece que es inevitable. En las relaciones humanas siempre
habrán más de 3 puntos de vista. El real, el ideal, el posible y los demás
engendros que nos hacen perder el tiempo viajando de pasado a futuro sin beber
el presente.
Hay
momentos donde su veneno se hace rosa y me endulza. Hasta parece que le
extraño. De nuevo se hace bilis cuando veo que por cara tiene un trapo usado y
absorbe con hipocresía lo que algún día de su tiempo junto a mí salió escupido
de su boca. Y así de fácil cae de la imagen nostálgica a la patética.
Por eso,
procuro recordarme, y no es difícil, que no se puede vivir lo mismo dos veces y
que es mejor construir realidades a depender de mentiras como esa falsa
relación perfecta producida por los hilos del anhelo de una parte y de la
manipulación de la otra. También me repito que hay instantes lúcidos en los que
los otros son fuentes de cambios y cerrarme a conocer solo es tratar de detener
la brisa con un soplo.
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