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¿Quién es Lince? Soy un ser humano que ve en la realidad situaciones amargas y dulces. La metáfora, como una manera de ser implícitos, es mi modo de ofrecerle mis perspectivas sobre diversas cosas de el mundo que hemos creado. Espero lo disfruten.
"Límite es la palabra que define el momento en el que debes detenerte ante la dificultad de que tus decisiones no recaigan enteramente en tu voluntad". L.P

Momentos Creativos

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Fabro grafics

julio 22, 2013

Al concierto dedicado

Era una tarde clara, todavía, donde los contrastes eran tan intensos, que las cejas parecían tizones húmedos. Un poco de sudor, mezclado con perfumes de distinta procedencia, se mezclaban  justo a la altura del pecho de mi hermana. Ella, mi hermana, vestida también para la ocasión, estaba esperanzada en salir a beber unas cervezas con el baterista extravagante de Anonimato. 

Tomé mi cámara y paseé por los alrededores y a pesar de la monotonía del negro, pude imaginarme escenas diferentes en cada sitio, que parecían notas, armando una armonía cinematográfica disfrutada sólo por mi cabeza. Dejé espacio en la memoria, por lo menos 100 fotos disponibles sólo para captarla. Pero aún no salían, la prueba de sonido se alargaba y el calor me amenazaba con que si llegaba a correr o moverme mucho, mis axilas serían mapas de descubrimiento de tierras insólitas repletas de vegetación rizada. No. No iba a dejar que la mujer de tacones, jean ajustado, cinturón de taches y ojos de pantera me viera desarreglado. Esas confianzas se dan cuando uno ya ha conocido el cuerpo del otro, tanto, que su sudor parece humectar la piel propia. 

Tampoco es que pensara en tomar su cintura de inmediato y llevarla cualquier esquina protegida por la sombra para que en el afán de no ser descubiertos pudiéramos gritar con placer en silencio. Ella, a pesar de su silueta ondeante, tan exquisita como un oasis en el desierto, me hacía desear no un encuentro apretado lleno de ropas y besos corridos sin sabor. Era imposible imaginarla así. Y cuando la imaginaba, solo su imagen estática en una sonrisa, me dilataba las pupilas y aflojaba mis labios. En algún momento, y lo esperaba con ansias tímidas y pueriles, habría de ceñirla con mis brazos y empujarla con mi peso en la comodidad de una cama fresca donde al ritmo de las respiraciones, exhalaríamos el aroma del fuego tibio de dos cuerpos en un mismo baile. 

Entré a la parte trasera del espectáculo, todos reían por alguna broma suelta, mientras que el guitarrista recogía sus labios con desagrado por verme. A mí no me importaba disimular mis intensiones ni a él las suyas. Yo no guardaba rencor, aunque si él hubiese estado ganando, a lo mejor habría sido yo quien hubiera dejado de reír. Pero yo no lo veía como delantera, no era una competencia, era un desatino que yo quisiera revelar mi verdad mientras aquél ignorante de medio pelo trataba de seducirla con noticas.   

Mi hermana me llamó desde la barda para demostrarle al guardia que conocía a alguien que podía dar fe de que ella era parte de los amigos cercanos a la banda. Saludé al hombre ancho con la mano y el siguió cruzado de brazos, con el gesto de superioridad agresiva mientras se corría para dejar pasar a mi hermana. Me fijé en sus ojos miel, la mirada expectante que tenía cuando niña, aparecía ante mí con tintes sexuales que me revelaban que probablemente ella sabía más que yo sobre estas cosas de ser con otro. Quité la mirada algo molesto y la abracé por los hombros en un intento inconsciente por sentirme aún su protector. Ella vio a Ricardo calentando los dedos con sus baquetas y me dejó con el brazo abierto para salir corriendo a saludarlo con coquetería. 

Me hubiera quedado observando la escena un poco más sino hubiera sonado el pito agudo de la guitarra de Esteban recién encendida. La tomó con habilidad y comenzó a probar una secuencia rítmica bastante simple. Le subió tanto al parlante que estuve a punto de pedirle que le bajara, pero la sangre se me agolpó en la frente cuando vi con alegría y temor que ella salía del camerino con los ojos enmarcados por un azul oscuro y unas cejas perfectas.  

Creo que no pude decirle nada interesante, como siempre, saludé y el que se llevó toda la atención fue Esteban que le estaba mostrando una nueva melodía. 

El sonido ya estaba listo y los asistentes sudorosos. Unos impulsos vicerales me hicieron avanzar hacia ella, con la esperanza de que un beso fugitivo le anunciara lo suficiente sobre mí y me asegurara lo suficiente sobre ella para declararme a besos después. Pero, no es muy fácil diferenciar el limite entre miedo y felicidad, quizá sean similares, tanto que prefieren el silencio para debatir y mientras tanto, yo, testigo de mi insuficiencia  perdí mi oportunidad de decirle de alguna forma todo el sentimiento que me poseía y me mantenía en pie antes de que iniciara el concierto. 

Tuve tiempo apenas suficiente para correr a salir, empujar al guardia amenazante, disculparme, tropezar con un vendedor, llegar, ubicarme en el palco y obturar la cámara para la primera canción. El cielo se estaba oscureciendo, pero las luces de la tarima me ayudaban.

Mis ojos fueron alegres, ella movía su pelo mientras el aire se volvía arte en su garganta. Mi lente de cerraba y se abría como la boca de pez, con una expresión de asombro, burbujeando fantasía. 

Mi hermana llegó con el cabello despeinado y gritando por el celular. Procuré ignorar cualquier sospecha. Me irritó pensar en que Ricardo y ella se hubieran perdido en la sombra un rato. 

Esteban habló por el micrófono y vi, por la expresión de sorpresa de ella, que era algo espontáneo que ella no esperaba. El le pidió a Ricardo y Daniel, el bajista, que lo acompañaran en su canción. Eso sí era ensayado. Me llené de coraje con ese par de traidores, sobre todo con el idiota que minutos antes había estado saboreando la piel de mi hermana. 

La guitarra hablaba en melodía y él en prosa, el público parecía disfrutar de la escena de novela juvenil y yo pasaba saliva espesa para contener mi grito de orgullo herido. Es ridículo. Ni ella me había dicho nada ni yo había sido capaz de robarle las palabras de dulzura hacia mí. Mi corazón empujaba el pecho con ganas de derribar el muro de timidez y prudencia que había hecho que él se adelantara. 

Me sostuve con fuerza en la baranda cuando vi su sonrisa. Ella atendía admirada al público,que con ganas de ver la ficción ridícula hecha realidad, gritaba insistente. El ánimo de arrastrarme por el piso era tan insistente como el redoblante en ritmo creciente a la espera de la respuesta a la pregunta que debí haber hecho yo y no aquél cretino.  

Tuve ganas de dejar a mi hermana atrás, de romperle su celular, por el que con tanta dicha describía las habilidades del baterista estúpido que presionaba a que ella dijera que sí. La tomé con fuerza por el brazo y me abrí paso por entre la gente, esperando, ganando tiempo para que, de espaldas, ella me hiciera girar al decir "lo siento, amo a otra persona, no puedo ser tu novia". Incluso, contemplé la posibilidad de que dijera un "lo pensaré" para que después me sedujera con un "quería oírte primero, porque es a ti a quien quiero".

Más cobarde fui cuando sonó el coro de una multitud agradecida con el circo que disfrutaba. Mi hermana se me soltó, no oí lo que dijo. Mi frente hervía y las mejillas me temblaban. Me alejé rápido, tratando de no pensar en si fue un  movimiento de cabeza, un "sí" o un beso.    

No sé cómo llegué hasta mi casa. Le escribí cartas que forraron mi piso con papel. cartas de llanto, de frustración de ira, de odio, de amor desesperado, de súplica, de aceptación, de amistad esperanzada, de espera.  No pude entregarle ninguna, ni siquiera pude escribirle cómo me sentía y pedirle que nos viéramos por un correo, cuando ella me escribió pidiéndome la fotos. Me quedé con su frase amarga "Lástima que te fuiste tan rápido, me quedé sin una foto con Esteban, igual gracias por todo".

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